El pueblo de Libros, en Teruel, no hace honor a su nombre. A la vega del río Turia, sus calles cobijan una iglesia, un multiservicio, dos casas rurales y otros tantos bares, pero ningún punto de lectura. Los libreños, poco más de 100 censados, se han conjurado para remediar la incongruencia con el proyecto de un hotel-biblioteca que les dé servicio y los posicione como destino turístico. Ya han logrado recopilar más de 40.000 volúmenes para nutrir sus entrañas, y ahora aguardan impacientes el anuncio de las primeras inversiones.
“Estoy convencido de que va a salir”, confía su alcalde, Raúl Arana. A sus 36 años, hace 17 que se mudó desde Zaragoza para trabajar como electricista y diez que oficia como regidor. No aspira a recuperar los 800 habitantes de los años sesenta, la mayoría emigrados a la industria barcelonesa. Pero tampoco se resigna a verlo menguar sin remedio. “Este proyecto puede atraer visitantes y generar puestos de trabajo para repoblar el pueblo”, explica. Por soñar, sueña hasta con reabrir el colegio, que echó el cierre por la falta de niños el 19 de junio de 2012, tal y como todavía se lee en su vieja pizarra.
Desde las ventanas del aula se divisa el mirador de El Mortero, el monte cuyos pliegues rocosos asemejan las páginas de un libro y se apunta como posible origen del nombre del pueblo. Otra teoría, menos literaria, señala que el topónimo viene de ‘libre’, acuñado cuando se independizó de la vecina Villel.
Sea cual sea, los libros están llamados a marcar el futuro de la población, sobre todo tras lanzar su petición de ayuda por redes el año pasado. Desde entonces, miles de volúmenes se apelotonan en cajas y cajas que abarrotan la planta baja del Ayuntamiento. Las hay que provienen de bibliotecas o instituciones públicas, así como de particulares de diferentes lugares de España y del extranjero (Alemania, Francia, Argentina o México). “Son de gente que se muda, herencias, limpiezas de trasteros… hay de todo”, certifica el alguacil, Adrián Soriano.
Cuenta que las primeras semanas de la campaña fueron una auténtica locura. El cartero de la zona solía llegar con el maletero lleno y las empresas de reparto venían varias veces al día. También había quien los traía en su vehículo y, de paso, aprovechaba para visitar la zona. “Al principio había sitio, pero mira ahora”, señala con sorna. El ritmo ha bajado, pero aún sigue arribando alguno.
El trabajo de catalogación, todavía pendiente, se adivina agotador. El encargado tendrá que lidiar tanto con portadas manoseadas como con tomos a estrenar, como los best seller de la novela negra de Jo Nesbø o La catedral del mar , de Ildefonso Falcones. En una caja asoman tratados de historia, música y religión. A pocos metros, ediciones juveniles del Barco de Vapor, Los Cinco o del Diario de Nikki. John le Carré, Pablo Carbonell, Pablo Tusset, Ken Follett, Benito Pérez Galdós… la lista de autores es interminable.
“Espero que vuestro sueño se haga realidad, aquí mi contribución a tan maravilloso propósito”, les escribió un donante apellidado Alonso. “Que la lucha de la libertad os guíe por el buena camino de la lectura y el pensamiento”, les desea otro padrino.
Decenas de cajas con libros donados por instituciones y particulares para la futura biblioteca abarrotan el Ayuntamiento de Libros, en Teruel - Toni Galán
La respuesta ciudadana también pilló por sorpresa a Maribel Medina, escritora y cabeza pensante tras la asociación Mi pueblo lee, de la que partió la iniciativa. Ella desconocía la existencia de Libros hasta que su amigo y también autor, el superventas turolense Javier Sierra, le habló en 2019 de esta localidad para su programa de fomento de lectura en el mundo rural. “¿Había mejor sitio para organizar nuestro festival literario?”, pensaron.
Dicho y hecho. Tras el parón forzado por la pandemia llegó la primera edición con el propio Sierra como artista invitado. “Fue muy bien, con cientos de visitantes y muchas actividades”, recuerda Arana. En citas posteriores, por allí desfilaron Sonsoles Ónega, Elvira Lindo –con raíces en la zona– o Marta Robles, entre otros.
En paralelo, pensaron en crear un punto de intercambio de libros para acabar con el “aislamiento literario” de la villa, idea que evolucionó hacia una biblioteca de hormigón y vigas. “La literatura puede ser motor de supervivencia”, subraya Medina, Premio Nacional al Fomento de la Lectura 2024. En junio de 2023, fue la encargada de lanzar la petición en redes para dotarla de contenido (#Librosalibros), mensaje que fue replicado al instante por plumas como Arturo Pérez-Reverte, Rosa Montero o Irene Vallejo.
Otro que arrimó el hombro desinteresadamente es el arquitecto César Vidal, especialista en hoteles y grandes centros comerciales. Suya es la memoria del proyecto final, un hotel-biblioteca de unos 2.000 metros cuadrados: una cuarta parte para los volúmenes donados y el resto para 20 habitaciones, un restaurante y una residencia para escritores.
Muchas de las donaciones de libros van acompañadas de notas de agradecimiento y buenos deseos - Toni Galán
Su coste ronda los 3,5 millones de euros, inasumible para el modesto Consistorio, que aspira a captar ayudas del Fondo de Inversiones de Teruel (FITE) y de fondos europeos. “El Gobierno de Aragón está buscando fórmulas para poder aportar financiación a este proyecto”, confirman fuentes de la consejería de Turismo. La iniciativa también cuenta con el visto bueno de los libreños. “Somos más de guiñote (juego de cartas) que de leer, pero todo lo que dé vida al pueblo es bien visto”, refrenda Soriano.
El alcalde planea acompañar este proyecto con la resurrección de La Azufrera. A unos 8 kilómetros del pueblo, en un paisaje árido y magnético, este barrio minero fue hogar de unas 2.000 personas durante el apogeo de su actividad extractiva durante la Primera Guerra Mundial, pero se vació por completo tras su cierre en 1956. Ningún edificio –cuartel de la Guardia Civil, escuela, economato– ha permanecido en pie, salvo la ermita cavada en la roca que rehabilitaron los expatriados . Un particular también ha adecentado algunas casas cueva de los mineros para mostrar cómo era su forma de vida, y el Ayuntamiento negocia con los propietarios del terreno para restaurar varias más con vistas a convertirlas en otro atractivo turístico de la zona.
Florencio Gabarda, 92 años y salud de hierro, es memoria viva del lugar, donde trabajaba su padre. “Una vez entré a buscarlo a la mina, y pensé que antes me iba de pastor que trabajar aquí”, rememora sobre las duras condiciones de vida. Agricultor, taxista y camionero, sí que guarda nostalgia de los tiempos en los que no faltaba gente por las calles, y aplaude las nuevas iniciativas. “Todo lo que sea cara al pueblo es tiempo bien invertido”, acota.
El alcalde de Libros, Rubén Arana, confía en que el futuro hotel-biblioteca insufle vida al pueblo - Toni Galan
Mientras se dilucida su futuro, los implicados siguen dando pasos en firme. Mi pueblo lee ya ha cerrado al invitado estrella para la edición de este año y trabaja en insertar a Libros en una red europea similar a la de pueblos-librería que hay en Francia. Por su parte, Arana ha encargado un container marítimo donde almacenar temporalmente las donaciones en buenas condiciones y a salvo de riadas. Todo ello con vistas a que lleguen las inversiones necesarias para poner en marcha las obras de una infraestructura que puede ser garantía de futuro. “Más vale que salga adelante, si no a ver qué hacemos con tanto libro”, bromea el alguacil. - Ismael Arana la vanguardia.
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