GOBERNANTES TEÑIDOS DE FILOSOFÍA
No se librará la especie humana de sus males hasta que la clase de quienes filosofan con rectitud y verdad no llegue al poder político o que la clase de quienes gobiernan en las ciudades no se dedique realmente, por algún designio divino, a filosofar”. Este texto pertenece a la Carta VII de Platón, del siglo IV a. C. Platón soñaba con convertir en “reyes filósofos”, primero a Dionisio I y, después, a Dionisio II, tiranos de Siracusa ( tirano era el nombre del cargo, pero el uso que hicieron del poder acabó dando el significado a la palabra). Estaba convencido de que la verdad y la búsqueda del bien común serían suficientes para guiar a un gobernante hacia la virtud. ¿Resultado? Tres viajes, intrigas palaciegas y un fracaso absoluto. Platón soñaba con convertir en “reyes filósofos”, primero a Dionisio I y, después, a Dionisio II, tiranos de Siracusa ( tirano era el nombre del cargo, pero el uso que hicieron del poder acabó dando el significado a la palabra). Estaba convencido de que la verdad y la búsqueda del bien común serían suficientes para guiar a un gobernante hacia la virtud. ¿Resultado? Tres viajes, intrigas palaciegas y un fracaso absoluto.Es imposible no ver paralelismos con nuestro tiempo. Si Platón escribiera hoy, tendría material de sobra: discursos grandilocuentes sobre la “regeneración democrática” que no son sino maniobras descarnadas para mantenerse en el poder; un presidente que, en lugar de buscar grandes consensos, siembra la discordia en la sociedad española; y debates públicos donde la verdad importa menos que el último trending topic. Platón describe con ironía a los gobernantes que “se tiñen de filosofía”, que usan la cultura como un barniz superficial que no transforma, solo aparenta. Su buena intención para actuar buscando el bien común fue impotente ante la sed de poder de los gobernantes. La calumnia y la mentira como armas (algunos se creen que esto de las fake news es reciente) y “la ceguera de un pueblo que no quiere ser gobernado por leyes, sino satisfacer sus bajas pasiones” se impusieron ante los anhelos y esfuerzos de Platón.
El pensador sigue hablándonos desde el siglo IV a.C., en el siglo XXI, pero seguimos sin prestarle atención. En el fondo, no solo describe Siracusa, nos describe a nosotros: una sociedad donde el ruido sustituye al diálogo, el poder sigue siendo tan opaco como entonces y lo único que importa, como dijo el todavía fiscal general del Estado, “es ganar el relato”. Es imposible no ver paralelismos con nuestro tiempo. Si Platón escribiera hoy, tendría material de sobra: discursos grandilocuentes sobre la “regeneración democrática” que no son sino maniobras descarnadas para mantenerse en el poder; un presidente que, en lugar de buscar grandes consensos, siembra la discordia en la sociedad española; y debates públicos donde la verdad importa menos que el último trending topic. Platón describe con ironía a los gobernantes que “se tiñen de filosofía”, que usan la cultura como un barniz superficial que no transforma, solo aparenta. Su buena intención para actuar buscando el bien común fue impotente ante la sed de poder de los gobernantes. La calumnia y la mentira como armas (algunos se creen que esto de las fake news es reciente) y “la ceguera de un pueblo que no quiere ser gobernado por leyes, sino satisfacer sus bajas pasiones” se impusieron ante los anhelos y esfuerzos de Platón.
Hoy toma posesión Trump como presidente de EE.UU. Es lo que pasa cuando no se hace una buena política, que triunfan los peligrosos populismos. Esto me recuerda a la escena final de El planeta de los simios en la que Charlton Heston, al comprender lo que ha pasado, ante la estatua de la Libertad semienterrada en la polaya, grita desesperado: “¡Malditos, lo arruinaron todo!”. Va a resultar que la verdadera historia de amor platónico, es decir, de algo imposible de alcanzar, era, en realidad, la buena política. - Emilio del Río.
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