En 2005, la agencia de viajes británica Sky Travel ideó el concepto de Blue Monday (‘lunes triste’) como parte de una campaña publicitaria pensada para promocionar paquetes de vacaciones invernales. A tal fin, contrataron los servicios del psicólogo Cliff Arnall, que se sacó de la chistera una fórmula pseudomatemática tratando de determinar de manera científica cuál era el día más triste del año. Tras analizar algunos elementos de la vida occidental postindustrial tales como las deudas acumuladas tras las fiestas navideñas, las escasas horas de luz solar en el hemisferio norte, el regreso a la rutina tras las vacaciones y la sensación generalizada de falta de enfoque y propósito vital que muchas personas experimentan en esta época, Arnall determinó que el día más deprimente se produce cada año en torno al tercer lunes de enero. Este 2025 tocará el próximo día 20, uséase el lunes próximo. Aunque este cálculo es totalmente pseudocientífico y su valor es anecdótico, el concepto ha hecho fortuna y veinte años después de su invención ha pasado a ser de uso común… Y sospecho que no es del todo por casualidad. Quizá el Blue Monday ha resultado ser una buena excusa para poder renegar de un modo socialmente aceptado, al menos durante un día, de la tóxica positividad obligatoria. Pero los motivos para sentirse deprimido van más allá del frío y la lluvia.