“Cuando la infancia urbana no está domesticada es vista como una plaga, cuando se domestica nos damos el gusto de llorar su ausencia.”
La mayoría de los niños tienen que caminar solamente entre 500 m y 1000 m para llegar desde su casa al colegio. Sin embargo, hemos creado ciudades “invivibles” para la infancia. La pregunta entonces es ¿cómo hacer ciudades más seguras? ¿cómo hacemos que el tráfico en lugar de ser el anfitrión sea el invitado?
En los proyectos de “camino escolar” en los que Román participa ha podido comprobar que las familias perciben la ciudad como un espacio minado, peligroso para los niños, más allá de la presencia de tráfico. Sin embargo, las cifras no avalan esta creencia. Además, la sociedad asume que el lugar de los niños ha de ser el hogar. Antes existía un sentimiento de comunidad que hacía de la crianza de los niños un asunto colectivo: cualquier persona podía reprender a un niño, ayudarle si lo necesitaba, etc. Hoy hay muchísimos adultos que pueden pasar muchísimo tiempo sin tener ningún contacto con la infancia. Ahora mismo ya no existe ese colchón social que antes ayudaba: los vecinos son sospechosos, ya no son un apoyo. La mayor parte de los niños dependen exclusivamente de los recursos familiares.
La sobreprotección familiar se ha establecido como un modelo de maternidad que asume que el entorno es hostil per se y que la labor como padres es defender a mi hijo de todo mal. “No hay apoyo material a la crianza pero sí vigilancia y control sobre la maternidad”, señala Román. Cuando un niño va solo al colegio, el resto de padres dicen “pobrecito, dónde estará su madre”.
Hemos idealizado la infancia. “No les puede pasar nada”, es una frase que se ha convertido “en un bien absoluto”, afirma Román. Es una imagen de la infancia que tiene que ver más con los deseos y aspiraciones de los adultos que con la realidad de los niños y niñas. En realidad, son los adultos los que cada vez dependen más de los niños. En un momento en que consideramos todas las relaciones como fragmentarias e inestables, la relación materno/paterno-filial se convierte en un pilar de solidez.
Existe también una sobreprotección estatal: para organizar una actividad con niños hay que contar con todo tipo de medidas de seguridad, condiciones extremas para salir a la calle… Los profesores de química no van a laboratorio por si se intoxican, los de educación física prefieren no poner un plinto para que no pase nada, etc…Todas estas protecciones, campanas de cristal, han derivado en la idea de que “los niños son peligrosos”, como no les puede pasar nada son una gran responsabilidad, que nadie, en previsión de lo que pueda suceder, quiere asumir. Como consecuencia, paradójicamente, “los niños nunca han estado más vulnerables”, añade, porque dependen solo del entorno familiar, que siempre va a ser más carente que todo el entorno social que antes contribuía a la educación de los niños y niñas"
A nivel personal, no suelo hacer mucho caso de los anuncios de la Televisión o radio, los que me salen en Internet me los salto directamente entre otras cuestiones porque molestan, abres una página y te aparece el anuncio no deseado y con un sonido más elevado del normal, que impunemente te invade ya veces cuesta incluso sacarlo. Pero no es de eso que quiero escribir, sino de un anuncio que emiten en la radio, concretamente en Rac 105, y que ni siquiera sé de qué va dicho anuncio ni que me dicen que debo consumir; me hace gracia el anuncio por qué denuncia la sobreprotección infantil a la que someten padres y abuelos a los niños. "Un niño dice: ¡Papa!, salgo con la bicicleta...- De acuerdo, puesto el casco, las rodilleras y las coderas y ten cuidado. - ¡Papa!, se queja el niño un poco socarrón: que solo salgo al jardín... y el sobre protector Padre le contesta: - pues puesto también el repelente de mosquitos".
Sólo es un anuncio, ya digo que no recuerdo que, del poco caso que les hago, pero que denuncia conscientemente una sobreprotección a los niños que es real, exagerada y contraproducente para el desarrollo de los niños (y niñas), que ya no pueden jugar ni ensuciarse en la calle, ni ir llenos de llagas en las piernas y en las rodillas como iba yo de pequeño cuando la calle era mi hábitat natural, cuando la calle, era nuestra, y en las casas, la gente dejaba cuando se iba, la llave puesta en la puerta por si alguien tenía que necesitar algo.
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