Imaginaba la redacción como un espacio agitado, con varias mesas y ordenadores, pantallas rusientes, teléfonos sonando y periodistas de acá para allá con papeles y tazas de café en la mano. El taxi me llevó a la calle y número que le indiqué y me dejó en un bloque de pisos sin más rótulo que el del número de la calle. A ver si no era esa la calle… Pero sí lo era. Pulsé el timbre, que sonó como el de la casa de mi madre, y Mónica me abrió desde arriba. “Sube”. Y allí estaban ellos, los periodistas feroces, en un salón lleno de luz que no era de oficina y con un ordenador portátil parecido al mío. Uno de ellos, con pinta de baranda o de actor mejicano, tocayo mío, que se sentía como en su casa, estaba hablando por teléfono con los pies en lo alto de la mesita como Aznar cuando trataba con Bush Jr., pero supe enseguida que quien estaba al otro lado era Sol Gallego-Díaz, y que no estaban invadiendo Irak, sino deliberando sobre si podían dar o no un artículo anónimo con una revelación interesante, verosímil pero no del todo segura. Creo que hasta me pusieron al teléfono a mí, para hacer quórum. No recuerdo a qué sabía el café, pero sí el gusto que me quedó cuando salí de la hogareña redacción con aquellos animales del periodismo: me dije que eran mis héroes.
No estamos tan mal, como dijo el otro. Y allí estaban ellos, los periodistas feroces, en un salón lleno de luz que no era de oficina
Sí, ya lo sé: los bulos, el poder financiero castrante y casi castrense, las estrategias de desinformación industrial, la mecha corta de las sinapsis compulsivas de las redes, la pérdida de prestigio de la calidad y del rigor en la búsqueda de la veracidad informativa, la falta de resistencia del común, asediado e invadido por impactos venenosos, que tiende a creer que los envenenados son los otros; la polarización cínica (es decir, desembarazada de los límites éticos), el narcisismo de los influyentes… Sí, es verdad que la información es un mercado desregulado que genera un dumping ético y una competencia a la baja (hacerlo peor para ganar más), que la opinión pública es cada vez más un fabricado resultado algorítmico, y que la democracia está dejando de ser deliberativa y quedándose sin su fundamento, pero no estamos tan mal. No estaremos tan mal si, en medio de estos remolinos, unos cuantos periodistas feroces, provistos de un ordenador, un saloncito y una buena agenda, pudieron crear un potente artefacto capaz de ganarse un espacio propio y estable, recognoscible y con prestigio en el panorama mediático español durante ya diez años. ¿Feroces? Sí, pero no porque supierais imitar al lobo o al Llanero Solitario. Con sólo gestualidad y superficie, sin sustancia ni contexto, se pueden acumular seguidores y hasta alcanzar algún escaño en elecciones europeas, pero no se puede crear y consolidar un medio con nombre propio y vocación de permanencia. Fuisteis feroces porque teníais instinto, formación y mochila, porque erais profesionales con experiencia que habíais quedado libres y sin compromiso, porque supisteis ver que había hueco (ideológico y de estilo) en el ruedo ibérico, porque lograsteis persuadir a otros de que merecía la pena intentarlo, y porque hicisteis de la necesidad virtud: a falta de papel, bueno es el dominio web; a falta de inversores, buena es la complicidad casi militante del suscriptor; a falta de medios y estructuras, bueno es darse unos días para llegar los últimos a la noticia, cuando ya se ha dicho lo urgente pero queda por decir algo importante. Fuisteis feroces porque teníais instinto, formación y mochila. Tuvisteis una buena idea, la llevasteis adelante, muchos han apreciado vuestro buen trabajo, y eso es esperanzador. Ahí está CTXT como oasis, como paraíso siempre en construcción o como templo antiguo “abierto por obras”, como reserva de animales en peligro de extinción que no han renunciado a conquistar el mundo, ofreciendo a sus lectores habituales contexto y motivos para resistir.
“Es el contexto, estúpido”. Es lo que las prisas han dejado para luego. Es desenmarañar la enredadera de gestos para identificar los conflictos. Es ahondar en las causas para no quedar prisionero en las consecuencias. Es el pensamiento largo, el que insiste en las preguntas. Es el gran angular que enmarca el detalle en un panorama o el zoom que busca lo inadvertido. Es el punto de fuga que se abre desde una rendija descuidada que los demás han despreciado. Es hacerse asiduo de los alrededores de las noticias. Es una línea editorial identificable, libre pero izquierdista, tan iconoclasta y “feroz” como sujeta a la ortodoxia de las mejores prácticas del periodismo, porque sabe que ponerse al margen o enfrente del novísimo discurso hegemónico obliga al máximo rigor como condición de supervivencia. ¿Quién teme a aquellos periodistas feroces? ¿Quién teme a CTXT? - Miguel Pasquau Liaño Es magistrado, profesor de Derecho y novelista, colaborador de ctxt.es
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