BLOC DE FRANCESC PUIGCARBÓ

MUERTE DE UN MANTERO, NEGLIGENCIA MEDIÁTICA

La cobertura del fallecimiento de Mahmoud Bakhoun, ahogado en el Guadalquivir mientras era perseguido por dos agentes, demuestra que los medios difunden acríticamente las versiones policiales. Joaquin Urias a ctxt.

Mahmoud Bakhoun era vecino de la barriada de Los Pajaritos, en Sevilla, desde hace años. Nació en Senegal, pero las circunstancias lo llevaron a emigrar hasta aquí. No era lo que ahora llaman “un ilegal”; tenía permiso de residencia y de trabajo en regla. Sin embargo, últimamente estaba desempleado y se buscaba la vida vendiendo camisetas en la calle. Lo que la gente denomina “un mantero”.

El 29 de diciembre estaba dedicado a ello junto con otros compañeros en la céntrica y sevillana avenida de la Constitución. Los vendedores fueron sorprendidos por unos agentes de la policía local; algunos abandonaron sus mercancías, pero Bakhoun hizo un hatillo con ellas y echó a correr perseguido por los agentes. Lo siguiente que sabemos con seguridad de él es que, quince minutos después, murió ahogado en el río Guadalquivir.

La policía local dio cuenta de su fallecimiento con una nota de prensa titulada “Dos agentes de Policía Local se lanzan a la dársena del Guadalquivir para tratar de rescatar a un joven que se acababa de arrojar al agua”. La heroica hazaña se matizaba en el cuerpo de la nota, indicando que se encontraron en el muelle con esta persona que “ante la presencia policial comienza a correr”. A continuación, según esta versión oficial, se mostró nervioso y “con intenciones de lanzarse al vacío”. Inmediatamente,  se arrojó al agua, pese a que en ella demostró una “evidente incapacidad para mantenerse a flote”, según la jerga policial. Los agentes entonces intentaron rescatarle, pero no le encontraron.

Numerosos medios de comunicación recogieron acríticamente la versión policial

Ese mismo día, y al siguiente, numerosos medios de comunicación recogieron acríticamente la versión policial. Pasadas veinticuatro horas, ABC, El Diario de Sevilla, El País, la Cadena Ser, Cuatro y otros muchos titulaban que el joven había saltado al río mientras huía. Ninguno de ellos recogió la versión de los familiares y amigos de la víctima. A ninguno le pareció extraño que una persona que no sabía nadar decidiera saltar a un río helado ante la presencia de unos policías que no iban, siquiera, a detenerlo. A ninguno de estos medios le saltaron tampoco las alarmas por el hecho de que, esa misma noche, amigos del fallecido acudieran a la comisaría para pedir explicaciones. De hecho, publicaron esas protestas como unos graves desórdenes, a pesar de que el único incidente reflejado fue que uno de los compañeros del mantero fallecido arrojó un objeto contra un cristal de la sede policial que quedó agrietado, siendo detenido por ello. Del incidente daba fe un vídeo grabado por los propios policías desde dentro, que fue difundido en primera instancia por las redes sociales de Vox. Algunos periódicos no dudaron en atribuir en el pie de foto las imágenes a ese partido ultraderechista, aunque era evidente su autoría policial. No les mereció ninguna reflexión.

Parece que el sistema de medios de comunicación español se basa en difundir acríticamente las versiones policiales, incluso cuando se refieren a daños sufridos por personas bajo su custodia o que iban a ser detenidas. En las redes sociales, centenares de ciudadanos, guiados por los titulares de la prensa, arremetieron contra cualquiera que pusiera en duda ese extraño suicidio o pidiera una investigación.

Sin embargo, el caso está lejos de ser tan claro. Al día siguiente, los portavoces policiales comenzaron a cambiar su versión. Primero, saltándose la protección de datos y el deber de secreto profesional, filtraron que el vecino fallecido había sido condenado una vez por atentado a la autoridad. Aunque la condena fuera antigua y a pesar de que el delito de atentado en nuestro país, desgraciadamente, a menudo esconde excesos policiales, los medios entraron sin dudar en esa campaña de desprestigio. Algunos, prácticamente, vinieron a decir que eso explicaba la muerte. Un diario con grapa llevó ese dato en grandes letras a su portada. Parecía que el haber sido condenado hace años por discutir con un policía fuera una causa de suicidio plausible.

Poco después, la policía local reconoció que en verdad no se tropezó con Bakhoun por casualidad como decía su primer relato, sino que lo estuvieron persiguiendo durante un kilómetro y medio hasta el río. Si a alguien le parece raro que la policía local de Sevilla persiga con diversos medios, en pleno dispositivo navideño, a un mantero durante tan larguísima distancia, a muchos periodistas, en cambio, les parece algo lógico y normal. Al fin y al cabo, su diligencia profesional como informadores no les impide ir difundiendo como buenas versiones contradictorias, mientras vengan todas de la policía.

Sin embargo, poco después la autoridad policial vuelve a cambiar su relato y saca a la luz que el joven no se arrojó al río desde el puente, sino que se colgó durante “minutos” de unos postes para amarrar barcos, desde donde cayó al agua. A partir de ahí el asunto está lleno de interrogantes para todos, menos para la prensa. Nadie dice que Bakhoun fuera arrojado al río por la policía, pero no hay explicación al hecho de que fuera perseguido con tantos medios policiales durante una distancia tan larga. Tampoco está ya claro si saltó de un puente, como decía la primera versión, o se cayó por no poder aguantar más, como insinúa la tercera. Incluso creyendo la última explicación policial no sabemos cuántos minutos realmente estuvo esta persona colgando de un amarre sobre el Guadalquivir, ni cómo fue auxiliado en ese momento. Hay dudas incluso de si los policías se arrojaron al río inmediatamente o una vez que el cuerpo se había hundido. En fin, que la heroica acción policial pudo ser en verdad una suma de negligencias que terminaron con la muerte de una persona. O no. Sin una investigación profunda es difícil dar respuesta a tantos interrogantes.

Entre tanto, sin embargo, nuestros medios de comunicación deberían reflexionar acerca de cuál quieren que sea su papel en la sociedad. Pueden ser el perro guardián que vigila al poder y pone en evidencia sus excesos, o convertirse, simplemente, en portavoces acríticos del poder que se limitan a dar difusión a sus mentiras. Desde luego, si nuestros periodistas no se cuestionan las notas oficiales, no dan espacio a las versiones de todos los implicados en cualquier hecho y no señalan las contradicciones de la historia oficial, están destinados a lo segundo.

Los periodistas serios y comprometidos existen. Conozco a demasiados buenos periodistas, de los que no publican sin contrastar, como para conformarme con este nuevo mundo. Mahmoud Bakhoun era una persona abnegada, dispuesta a trabajar en lo que fuera para poder mandar dinero a su familia. No era el tipo de persona que ve a un policía y se tira desde un puente aunque no sepa nadar. Seguramente algunos periodistas creen que ser negro y africano es explicación bastante para cualquier irracionalidad si lo dice la policía. La realidad es, sin duda, mucho más complicada, y necesitamos saber de verdad qué le pasó a este vecino de Sevilla. La duda es: ¿hay alguien dispuesto a contarlo?

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