José Saramago escribió en uno de sus libros que la irresponsabilidad y el exceso de alcohol se disputan mutuamente las carreteras para ver quién se estrella primero. La metáfora del Nobel portugués era una manera de avisar de que un irresponsable es como el conductor ebrio que puede atropellar a cualquier inocente que pase por delante.
El voto del miércoles de PP y Junts en el Congreso cuesta explicar a todo el mundo. También Vox se sumó a la fiesta, claro que ellos son de Marte y están más pendientes de embarcar en una nave de Elon Musk que les lleve al planeta rojo que de otra cosa.
El resultado de la sesión parlamentaria fue una especie de atropello colectivo. Populares y posconvergentes quisieron castigar al Gobierno español, pero la sensación es que nos castigaron a todos. Su posición paralizó por el momento el aumento de las pensiones, supuso el incremento del precio del transporte público, impidió un mayor endeudamiento para Valencia a fin de financiar los gastos de la dana y frenó casi 10.000 millones a cuenta para las comunidades autónomas. En una derrota parlamentaria nunca había perdido tanta gente. Por eso no se entiende la cara sonriente de Miriam Nogueras. Claro que también Joker se reía en las películas de Batman antes de hacer las fechorías.
La política no puede ser víctima de la irresponsabilidad de sus dirigentes. Las irresponsabilidades generan desconfianza, impunidad y frustración. Son un valor antisocial, propio de narcisistas que sólo piensan en ellos. El PP no acaba de entender qué significa hacer oposición y en Junts piensan que la confrontación les da réditos, ignorando que cuando no se entienden sus enfrentamientos desconciertan a sus simpatizantes y fidelizan a quienes no los soportan.
En la sesión del Congreso en la que el decreto ómnibus decayó, las críticas más duras contra los postconvergentes no fueron de los socialistas, sino de los republicanos, lo que puso de manifiesto que la última foto de Waterloo tiene el valor de una selfie . Jruschov decía que, en ocasiones, los políticos prometen construir un puente aunque no haya río, pero aún son peores aquellos que quieren construir un río donde nunca habrá puente alguno. Es lo que ocurre con los irresponsables. Màrius Carol en la vanguardia.
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