Banksy ha añadido un oficial nazi a un óleo ajeno y lo llama «la banalidad del mal» . Qué mundo nos está quedando, por Dios!”. Así empiezan la mayoría de las conversaciones que tengo últimamente. “¿Habéis visto los brazos en alto de Bannon y compañía en el cónclave trumpista de la CPAC?”. “¿Y los gritos de ‘pelead, pelead, pelead’?”. “Qué miedo da, yo no sé dónde vamos a llegar”. “Pues eso no es lo peor”, dice Rocío Martínez-Sempere. “Ni Bannon ni Musk, tienes que fijarte en Peter Thiel, que es el más peligroso de todos, el ideólogo de verdad. Tienes que leerte sus libros 'De cero a uno' o 'El momento straussiano' para entender su propuesta de nuevo feudalismo articulado a través del progreso vertical de la tecnología porque el futuro exige –en sus palabras– ideas nuevas y extrañas, ya que la libertad y la democracia son incompatibles. Léelos, ahí están las claves de todo”. Peter Thiel, seria el tercer hombre dentro del grupo de la banalidad del mal.
Peter Thiel es una figura controvertida en el ámbito político y tecnológico. Algunos críticos lo consideran peligroso para la democracia debido a sus declaraciones y acciones que cuestionan los sistemas democráticos tradicionales. Por ejemplo, en una entrevista, Thiel mencionó que algunos multimillonarios tecnológicos creen que la libertad y la democracia no son compatibles. Además, ha sido un defensor de figuras políticas polarizantes como Donald Trump, lo que ha generado preocupaciones sobre su influencia en la política y su apoyo a movimientos que algunos consideran antidemocráticos
La banalidad del mal es un concepto que la filósofa Hannah Arendt introdujo tras asistir al juicio de Adolf Eichmann, un oficial nazi acusado de crímenes de guerra, y que plasmó en su libro "Eichmann en Jerusalén". Arendt argumenta que Eichmann no era un monstruo ni alguien excepcionalmente malvado, sino un hombre común que actuó sin reflexionar sobre las consecuencias de sus actos. Su maldad no provenía de un odio profundo, sino de su incapacidad para pensar críticamente y cuestionar las órdenes que seguía. Este concepto sugiere que el mal puede surgir de la sumisión, la burocracia y la falta de empatía, más que de una intención maliciosa. Es una idea que sacudió muchas nociones tradicionales sobre la responsabilidad y la moralidad, ya que subraya cómo el mal puede ser cometido por personas aparentemente corrientes en contextos deshumanizantes.
Me da la sensación de que es imposible pensar ordenada y sosegadamente. Pero eso no significa que nos debamos quedar quietos en el mientras tanto. Europa sabe cuál es su programa de mínimos y sería imperdonable que no lo llevara adelante. Aunque también creo que, si seguimos en este juego patrio de regate corto, tampoco nos debería extrañar que la gente prefiera comer en exceso antes que morir por inanición.
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