Daphne du Maurier, autora del relato homónimo (1952), desdeñada durante décadas como simple escribidora de novelitas románticas, aborrecía la versión de su compatriota británico. Aun habiendo ejecutado una obra maestra, Hitchcock descafeína un tanto el asunto; traslada la acción a Bodega Bay, un escenario urbano de la soleada California, y concentra la agresividad de los pájaros sobre todo en una mujer, la actriz rubia, dándole a la historia un sesgo edípico, psicológico. Hedren, la exsuegra de Antonio Banderas, lo pasó fatal; cuentan que un día abandonó conmocionada el rodaje, gritándole “¡cerdo gordo!” al rey del suspense. Vete a saber. Lo que parece casi seguro es que Hitchcock se habría llevado hoy alguna colleja canceladora.
En ‘Los pájaros’, de Hitchcock y Du Maurier, las aves se confabulan contra la especie humana. La nouvelle de Du Maurier transcurre en un escenario rural, en la tormentosa Cornualles, en la costa occidental británica, todavía bajo la austeridad de la posguerra mundial. Aunque no habrá explicación alguna de por qué gaviotas, cuervos, grajos, alcatraces y otras aves se confabulan para emprender un ataque asesino contra los humanos, aparecen aquí y allá señales que hablan de la paranoia de la guerra fría (“los rusos han envenenado a los pájaros”), como subrayó Mark Fisher en su ensayo Lo raro y lo espeluznante . Los pájaros han dejado atrás sus diferencias, dice Fisher, “para desarrollar una suerte de conciencia de especie, análoga a la conciencia de clase”. La sociedad del bienestar se tambalea. Olga Merino en la vanguardia.
Dudo que las gaviotas que roban comida a los turistas anden preparando la revolución, pero su agresividad tal vez sí explique algo. Se han convertido en carroñeras del presente; consumen voraces nuestra basura, nuestro gran festín también predador. En cualquier caso, la ocasión viene que ni pintada para reivindicar a Du Maurier, de quien la editorial Alba acaba de publicar Los parásitos, novela inspirada en su familia.
Y quien dice que en Madrid no hay gaviotas carroñeras, el domingo incluso se manifestaron. Váyase señor A.N.Feijoo, váyase antes de que le eche la visita del rencor, la dama vestida de blanco, o su propia estulticia.

Esas gaviotas carroñeras que señalas son las peores; contaminan, contagian, entorpecen, simientan odios y lo que llegarán si no se les corta las alas.
En Lleida van a soltar un aguilucho para asustar a palomas y cotorras. El problema es que en España el aguilucho es amigo de las gaviotas.