Prisionera en su propio apartamento en el centro de Liverpool, Audrey White, nacida en esta ciudad hace 73 años, ya simboliza lo que puede s...
Prisionera en su propio apartamento en el centro de Liverpool, Audrey White, nacida en esta ciudad hace 73 años, ya simboliza lo que puede ser una nueva fase del movimiento de protesta internacional contra el genocidio en Gaza. Una de los fundadoras de la Asociación de la tercera edad de Liverpool, -jubilados que han sido muy activos en las protestas sobre Gaza desde hace casi dos años-, White se encuentra desde hace casi tres semanas bajo arresto domiciliario de facto; la policía prohíbe que pise las calles del centro lo cual le impide salir.
El motivo de su detención: la decisión que White tomó hace dos semanas de llevar una pancarta prohibida a la manifestación de apoyo al pueblo palestino que se celebra en Liverpool todas las semanas. La pancarta, escrita a mano, rezaba: I support Palestina Action (Yo apoyo a Palestine Action).
Manifestación de ayer en Londres en contra de la situación en Gaza. (Photo by Chris J Ratcliffe / AFP)
Estas cuatro palabras ya se consideran un grave delito desde que el gobierno británico aprobó la legislación que prohíbe, por ser una organización supuestamente terrorista, a este grupo de desobediencia civil que ha realizado acción directa contra empresas e instituciones que colaboran con el gobierno israelí.
Estas incluyen empresas de armas israelíes como Elbit Systems, aviones militares usados para proporcionar información sobre Gaza al ejército israelí, así como el grupo Teledyne, que fabrica, en la otra orilla del río Mersey, componentes para los cazabombarderos F-35 usados por Israel en Gaza.
Tras agarrarse a la balaustrada del monumento a la Reina Victoria, White —que padece una condición cardíaca— fue arrastrada por el suelo, tirada con violencia al interior de un furgón policial, interrogada con cientos de preguntas diseñadas para gente sospechosa de pertenecer a grupos como Al Qaeda, y confinada en un calabozo durante 13 horas. Tres otros manifestantes pasaron el día en la cárcel el mismo día en Liverpool. Otras decenas, muchos de ellos de la tercera edad, fueron detenidos en otros lugares de Reino Unido.
“Básicamente, no podía soportar —realmente no puedo soportar— ver los vídeos de estos niños. Y las madres y los padres y el dolor. No podía soportarlo más, mientras sabía que nuestro gobierno estaba... jugando un papel activo en esto”, dice White en una entrevista mantenida en su casa de Liverpool.
Al igual que los activistas de Palestine Action, estos manifestantes contra el genocidio han llegado a la conclusión de que hay que ir más allá de las marchas.
“Cada semana, marchamos desde la Catedral Católica hasta el monumento. Y las manifestaciones se hacen y se hacen y se hacen. Cuando me arrestaron, uno de los policías me dijo: '¡Tú has estropeado todo porque, hasta ahora, han sido manifestaciones pacíficas!'. Pero lo que pienso es que, bueno, podemos marchar, podemos hacer circular vídeos y hermosos poemas. Y podemos ponernos tristes y derramar lágrimas. Pero eso no es suficiente”, dice.
“Podemos marchar, ponernos tristes, derramar lágrimas, pero no es suficiente” - Estas declaraciones resumen una sensación que se palpa cada vez más en Europa y Estados Unidos, donde millones de ciudadanos se sienten horrorizados ante la masacre en Gaza y la extraordinaria pasividad de sus gobiernos. “Hay una indignación moral que cruza todo el espectro político, todas las religiones, y de los que no tienen religión también”, asegura Oliver Robertson, líder de los cuáqueros británicos hablando en Quaker House en Londres, el histórico cuartel general de las acciones de desobediencia civil realizadas por los cuáqueros a lo largo de siglos desde tiempos del esclavismo y el apartheid en Sudáfrica.
“Tenemos que seguir a nuestras conciencias; no podemos depender de los gobiernos o las autoridades; la desobediencia civil no violenta es parte de esto, pero es importante tomar las decisiones en colaboración con otras personas”.
Escritores como Omar el Akkad han advertido en recientes lbros - ver Algun dia tothom hi haurà estat sempre en contra (L'Altra Narrativa)- sobre las catastróficas consecuencias morales en nuestras sociedades de la pasividad y complicidad gubernamental ante el genocidio.
Los actos de desobediencia civil por Gaza se iniciaron en EE.UU: hace dos años, protagonizados por jóvenes activistas judíos
“Estamos llegando a tal sensación de horror por lo que está ocurriendo y la falta de acción gubernamental, que ya hay gente —incluso gente conservadora— que reconoce que las marchas no bastan”, dijo el editor del libro póstumo del poeta palestino Refaat Alareer, asesinado por una bomba israelí el año pasado, titulado Si yo debo morir, un bestseller del diario USA Today.
La represión de la acción directa es mayor ahora que en periodos anteriores, cuando filósofos liberales de enorme prestigio como Bertrand Russell o John Rawls defendieron la desobediencia civil en protestas contra la segregación racista en el sur estadounidense o la carrera de armas nucleares.
Delante del Parlamento británico, una estátua simboliza la paradoja actual. Es de Millicent Fawcett, que protestaba con acción directa en favor del voto para las mujeres hace cien años. “Las sufragistas inventaron la carta bomba. Ahora Yvette Cooper (la ministra del Interior británica) homenajea su aportación al feminismo a la vez que proscribe a Palestine Action”, afirmó Tariq Ali, autor de Street Fighting Years, uno de los líderes de los movimientos de protestas de los sesenta contra la guerra de Vietnam y el sistema de apartheid en Sudáfrica. Desde las sufragistas hasta Mandela, líderes antes tachados de terroristas, con el paso del tiempo, se convirtieron en héroes.
Los actos de desobediencia civil por Gaza se iniciaron en masa en Estados Unidos hace dos años, protagonizados en muchos casos por jóvenes activistas judíos. Cientos de ellos ocuparon la estación de Grand Central en Nueva York y luego se dejaron detener. Más de 3.000 estudiantes de universidades y muchos centros de élite en Estados Unidos han sido detenidos. “Para nosotros es importante aceptar la responsabilidad de la acción ilegal dejándote arrestar”, dice el cuáquero Robertson.
Para otros, el acto simbólico de ser detenido es innecesario. “Yo no quiero ser detenida porque quienes están en la cárcel desaparecen de la lucha”, dijo una joven británica que comentaba con su pareja, en un vuelo de Londres a Bilbao, la angustia personal que le provocaba el genocidio en Gaza.
“Lo importante es no hacer daño a las personas”, aconseja White que participó en las enormes manifestaciones contra la participación británica en la invasión de Irak en 2003. “Creo que vamos a empezar a ver desobediencia civil masiva aquí y en otros países”.
Ayer, 500 personas acudieron a una protesta delante del Parlamento británico en Londres portando pancartas de apoyo a Palestine Action, con la probable consecuencia de ser detenidas. “Cualquiera que muestre apoyo a Palestine Action puede contar con que sea arrestado”, advirtió el máximo responsable de la policía londinense. La policía indicó que todas las personas que exhibieron apoyo explícito fueron detenidas o estaban en proceso de serlo.
“Cada uno tiene que decidir su forma de protestar. Aunque no estamos logrando lo que queremos de nuestros gobiernos, para mí, participar en las enormes manifestaciones en Londres me recarga las pilas para hacer más actividades”, dijo el superviviente húngaro del Holocausto, Stephen Kapos, que tiene 87 años, en una conferencia sobre la situación en el bar Casa en Liverpool. “Las manifestaciones masivas sirven para que los palestinos sepan que no están solos”. Kapos, que fue deportado a Auschwitz desde su tierra en Transilvania en 1944, fue detenido durante unas horas en marzo en una manifestación en Londres.
Curiosamente, en muchos casos, son los viejos, con experiencia de la lucha contra el apartheid surafricano y las armas nucleares en la famosa protesta de Greenham Common en 1981, los que lideran los actos de desobediencia en Inglaterra. Diez jubilados fueron detenidos por mostrar apoyo a Palestine Action hace dos semanas en el sur del país. “A veces la gente joven se juega más que nosotros si actúan”, explicó Andrew Murray, el organizador de la campaña Stop the War creada tras la invasión de Irak y aún activa, en el evento en el Casa en Hope Street.
White, sin embargo, recuerda que los integrantes de la Asociación de jubilados de Merseyside tienen tanto que perder como los jóvenes. “Muchos somos discapacitados y muchos cuidamos a familias; así que no deja de ser un sacrificio”, dice, enseñando la herida de su muñeca debido a la violencia policial.
A diferencia de EE.UU., los viejos británicos lideran los actos de desobediencia civil
En otros países, la represión contra quienes protestan en contra del genocidio es igual de feroz. “En Alemania hasta han encarcelado a supervivientes del Holocausto porque protestaban contra Israel”, dice Pankaj Mishra, autor de El mundo después de Gaza (Galaxia Gutenberg, 2025), que analiza la crisis moral que la complicidad de Occidente en el genocidio ha engendrado. “No hay una sola figura de la talla de Bertrand Russell o Jean-Paul Sartre, que haya denunciado el genocidio,” añade.
A parte de iniciar la fase de la desobediencia civil colectiva, White se ha sumado a lo que cree que será un vehículo importante para ayudar a detener la masacre de Gaza o al menos la complicidad británica en ello: el nuevo partido, Your Party, del veterano luchador por los derechos de los palestinos Jeremy Corbyn. “Hemos formado un grupo en Liverpool que se llama Colectivo, que va a participar en la conferencia inaugural del partido en octubre”, dice. El nuevo partido, que tiene ya 700.000 afiliados, se compromete a romper todos los lazos políticos, militares y económicos con Israel.
No sé si servirá para algo, pero estas acciones ponen de manifiesto que no todos somos cómplices pasivos de los genocidas.
ResponderEliminar