La muerte del francés Raphaël Graven pone de relieve la permisividad de algunas compañías en busca de cautivar a una audiencia que jalea a ‘streamers’ para que cometan locuras o ilegalidades.
“Hola, mamá, qué tal, estoy jodido hasta la muerte con el juego, esto va demasiado lejos”, escribió a su madre Raphaël Graven, francés de 46 años y conocido en internet como Jean Pormanove, horas antes de morir. Llevaba 10 días encerrado en una casa y emitiendo 24 horas en directo juegos, peleas, insultos y abusos físicos con otros streamers. Uno de sus compañeros leía el mensaje a su madre en el directo, con Graven escuchando: “Tengo la sensación de estar secuestrado con su concepto de mierda, estoy harto, quiero irme”, seguía el mensaje. Pero no pudo salir: mientras dormía la audiencia detectó que parecía haber dejado de respirar en un colchón. Un compañero, para saber si seguía vivo, le lanzó una botella de agua llena. Poco después se cortó la emisión. La justicia francesa ha empezado una investigación y ha ordenado una autopsia.
Graven no era un oscuro streamer oculto en la profundidad de internet. Su canal era el décimo más visto de Kick, la plataforma de directos donde emitía, solo por detrás de algunos en inglés y español. Tenía más de 10.000 espectadores de media, con algún pico de más de 30.000 Las cuentas de Graven siguen activas en TikTok, Instagram, YouTube o X con más de 1 millón de seguidores. Kick ha borrado su cuenta y las del resto de streamers que participaron en el maratón sádico. Pero hay docenas de clips en internet con imágenes de esos días y de otros abusos.
Su muerte, totalmente evitable, ilumina lo peor de las redes sociales: protagonistas que pierden toda humanidad por seguir dando contenido más sádico y una audiencia cruel que anima desde sus casas para ver una humillación nueva. Alrededor de Raphaël Graven se había montado un grupito de streamers que compartían emisiones y bromas macabras.
En diciembre de 2024, el diario digital francés Mediapart publicó un artículo sobre el canal de Graven que recibió cientos de insultos de fans en X. Así describía Mediapart la dinámica: “Las cuatro personas que aparecen más a menudo en el canal se llaman Naruto, Safine, JP [Graven] y Coudoux. Los dos primeros atacan voluntariamente a los dos últimos. Graven, un ex militar, sufre numerosas violencias, como estrangulamientos y chorros de agua y de pintura”.
Graven empezó a hacer streams con videojuegos y se hizo célebre por sus reacciones furibundas a gritos cuando perdía. Luego empezó a colaborar con otros. Twitch, la plataforma de directos más célebre [propiedad de Amazon], le expulsó por varias infracciones y de ahí saltó a Kick, una alternativa creada en 2022 en Australia que surgió después de que Twitch prohibiera el juego y las apuestas.
Kick tiene vínculos con el casino global Stake, que no puede operar en España, y su política de moderación es extremadamente laxa. En el mundo de los streams tiene fama de ser la plataforma que permite casi todo. Una parte de su crecimiento se debe a los streamers que rozan contenidos que otras plataformas no permiten, como violencia, insultos, drogas o desnudos.
Este tipo de actos, con una audiencia desatada jalea a alguien haciendo locuras, requiere de la interacción en directo. Aunque casi todas las plataformas lo permiten, la mayoría no lo prioriza. Es mucho más difícil crear esa relación directa con la audiencia mediante vídeos grabados —como los de TikTok o YouTube— o en mensajes —como los de X, Discord o Reddit—.
Los directos eran terreno casi exclusivo de Twitch hasta que apareció Kick para competir, no solo con el contenido, sino también con un reparto del dinero mucho más ventajoso para los streamers. Otros usuarios aprovechan las polémicas para compartir en otras redes sociales clips de esos directos, pero en la mayoría las frases polémicas están silenciadas y si hay algún objeto dudoso, como consumo de droga o agresión, se pixela.
El caso de Graven es extremo, pero hay otros que van al límite para lograr ingresos. En España el caso más célebre es Simón Pérez y Silvia Charro, en su canal SSConexión. Pérez y Charro se hicieron famosos en 2017 con un vídeo viral del medio Periodista Digital sobre hipotecas, donde compartían consejos serios pero en un claro estado de ebriedad. Aquella fama inesperada les hizo perder su vida y dan desde entonces tumbos por internet y con dudosos proyectos de empresas.
Su última apuesta es Kick, donde también han logrado que les suspendan la cuenta 14 días —a pesar de la laxitud de la plataforma— por, según el propio Pérez, publicar sin querer los datos personales de una transferencia bancaria. Esto ocurrió a principios de agosto y provocó un montón de vídeos y titulares sobre la triste y pública caída de la pareja. Durante su suspensión en Kick, saltaron a otra plataforma más pequeña aún, Rumble, a una cuenta que ya no existe.
Pérez, a quien sus seguidores llaman “maestro”, gana dinero con publicidad de casinos online y haciendo lo que quiere la audiencia, desde salir disfrazado de Pokemon, a pelearse con Silvia, maquillarse o insultar a gente por la calle. Pero el entretenimiento favorito es la droga y verle colocado, con cientos de espectadores comentando la decrepitud en directo: “Drógate o me voy”, “Mi cocainómano favorito”, ”Simón no hagas caso a la gente, sin drogas vas muy bien”, “Vaya pintas de la Cañada Real que traen”.
El propio Pérez no es ajeno a este pacto diabólico donde le pagan por verle en ese estado: “Calculo que he ganado más de 5.000 euros en algún mes seguro”, decía en un podcast: “En comer nosotros todos los días y luego más o menos consigo cada día 20 euros para Monster [bebida energética], 20 más para droga, luego si consigo 60 más ya son para jugar en el casino, pero esta época la droga se ha ido de madre”. Pérez sabe que coquetea con la muerte: “Si un día me estoy muriendo, conectad la cámara, muerte sin cámara es scam [estafa, en inglés]”, dijo.
Kick ha vivido todo tipo de polémicas por streamers que rozan la ilegalidad y acaban a menudo detenidos: un estadounidense conocido como Ice Poseidon contrató a una trabajadora sexual en Australia para emitir un encuentro y acabó en el cuartelillo unas horas. Fue, como en el caso de Graven, durante un streaming de muchas horas, donde para mantener la atención buscan hacer cosas locas o aceptar retos imposibles de la audiencia.
Otros dos streamers, el estadounidense Johnny Somali y el ruso Vitali Zdorovetskiy, están detenidos en Corea del Sur y Filipinas por distintos altercados públicos. Somali se grabó haciendo gestos sexuales a una estatua que honra la memoria de las mujeres coreanas violadas en su guerra con Japón y luego tiró un plato de pasta en un súper porque le habían impedido beber alcohol en el local. Zdorovetskiy se grabó robando y molestando a ciudadanos en Filipinas.
Son solo algunos ejemplos de un contenido que, a pesar de su ilegalidad y ridiculez, tiene su público. La plataforma que más acoge ahora este contenido es Kick. Pero siempre hay escalones más abajo en plataformas nuevas que intentan ascender. Kick está ya en ese momento ambiguo de crecimiento donde esta publicidad puede ser perjudicial para su crecimiento.
Kick publicó unos datos en julio que decían que en español ya había superado a Twitch: aunque ningún streamer español de los más célebres ha hecho el salto, varios latinoamericanos están en el top10 de Kick (Westcol, Maherco, ElZeein). Adin Ross, quizá el streamer más famoso de la plataforma y expulsado de Twitch (aunque luego readmitido) por insultos homófobos, se ha ofrecido junto al cantante Drake a pagar el funeral de Graven (aunque la pasada noche el canal de Drake de Kick desapareció, por motivos aún desconocidos). El pasado 13 de agosto MrBeast, el youtuber más popular del mundo, hizo un directo benéfico en Kick y recaudó 12 millones de dólares. Los dos cofundadores de Kick donaron 2 millones. Toda esa publicidad gratuita queda ahora ensombrecida por la muerte de Graven y por la permisividad de la moderación que ejerce la plataforma sobre los contenidos que emite. - El País
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