Los fachavales no militan en partidos ni escriben manifiestos. Se expresan en TikTok, en Twitch, en hilos de X (antes Twitter), donde el antifeminismo se disfraza de humor, de “sentido común” o de victimismo masculino. Frases como “el feminismo ya no busca igualdad, sino privilegios” o “ahora los hombres no pueden decir nada” se repiten como mantras en sus espacios digitales. La crítica a la violencia de género, a las leyes de igualdad o a los movimientos sociales se convierte en contenido viral, reforzado por algoritmos que premian la polémica. Este nuevo machismo no grita, pero se burla. No impone, pero desacredita. No golpea, pero invisibiliza. Y lo hace con una eficacia preocupante, porque se adapta al lenguaje de las redes, a la estética del meme, al ritmo del scroll infinito. Es el machismo 2.0: más sutil, más joven, más difícil de detectar.
La pregunta que queda en el aire es como responder. ¿Desde la educación? ¿Desde los medios? ¿Desde la política? Lo cierto es que ignorar el fenómeno no lo hará desaparecer. Los fachavales son el síntoma de una masculinidad en crisis, y como todo síntoma, merece ser atendido antes de que se convierta en enfermedad.
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Esto empieza a dar miedo. Creo que debo mudarme de casa. Vivo en un pueblo cercano a Madrid y aquí nos conocemos todos.
ResponderEliminarEs preocupante, pero estos jóvenes ya crecerán, aunque luego vendrán otros.
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