Es evidente que la Diada del 2025 se ha celebrado en un contexto internacional realmente incierto, que invita a tener los pies en el suelo y descartar las aventuras. Europa intenta encontrar su lugar en la historia, despreciada por Trump, que poco menos que la ha abandonado a su suerte –además de imponerle aranceles abusivos– y amenazada por Vladímir Putin, que no solo le hace un pulso a través de Ucrania, sino que se permite incluso la provocación de que sus drones sobrevuelen el cielo de Polonia. Todo ello en un continente donde crece la extrema derecha como si la gente desconociera adónde nos ha llevado en el pasado su receta basada en la exclusión y el odio.
De hecho, se ha producido un declive natural de manifestantes una vez los independentistas emocionales, que crecieron del 20 al 49%, gracias a M.Rajoy, igual que el expresidente, se han retirado a otros menesteres alejados de la política, ahuyentados por el fiasco de la fallida declaración de independencia de Schrödinger de los chicos Puigdemont.
Por ello no es de extrañar que este Onze de Setembre hubiera más gente de puente que en las calles, como tampoco lo es que Illa intente ocupar la centralidad del país, que el soberanismo ha abandonado sin acabar de recuperarlo. Solo hace falta que el president consiga esos “recursos que nos corresponden” a los catalanes, a los que se refirió en su discurso institucional. No será fácil, el anticatalanismo sigue vivo en esta España que se escora cada vez más la derecha.
Y en todo este asunto, ¿qué dice España? Nada, saben de viejo que somos inofensivos, que como un perro nos quedamos quietos al ladrar, pero no mordemos y que en esta cuestión, como en otras, solo nos quedamos con el elegante e impúdico hecho del gesto, en un eterno coitus interruptus. Hay un viejo chiste de Woody Allen en Annie Hall que sería el imaginario de cómo nos contempla España: "Doctor, mi hermano está loco, se cree que es una gallina ...Y por qué que no le ingresa en un manicomio? - Le pregunta este. -Verá, dice Allen .... es que necesito los huevos. "
En efecto, no habría que monopolizar ni manipular una fiesta que es de todos, como en esas localidades en fiestas, en las que unos cuantos vecinos, muchos de ellos ultras, aprovechan que sale un concejal del partido en el gobierno para corear "Sánchez, hijo de puta". Las fiestas son de todos los vecinos y hay que respetar al resto.
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Respetar es un verbo sin declinación a día de hoy.
ResponderEliminarSaludos.