El diario El País aportaba el domingo el testimonio de un ciudadano gazatí, de 48 años, que tardó dos horas en reconocer su casa en el barrio de Jan Yunis. La descubrió en una de las montañas en ruinas, gracias a unas puertas de color que él mismo había pintado. El hombre se limitó a decir: “Los escombros son parte de nuestra patria, a la que no vamos a renunciar”.

Cada uno entiende la patria a su manera. Para Cicerón era cualquier lugar donde se esté bien, para Franklin se situaba allí donde mora la libertad, para Rilke era la infancia y para Cioran resultaba apenas un engrudo. Para Mohamed Dwahreh, que así se llamaba el gazatí que encontró su casa en medio de la nada, la patria pueden ser un montón de cascotes. En el fondo, para él, como para tantos gazatíes que lo han perdido todo, unos derribos son el lugar donde se encontraba bien, donde se sentía libre, donde estaba su infancia. Aquellas piedras entre las que identificaba restos de sus muebles eran un signo de esperanza. La esperanza de volver a reconstruir no solo su vivienda, sino también su propia historia. Y la de su país. En este sentido, era el engrudo del que hablaba Cioran, ese que une cosas que forman parte de la memoria personal y colectiva, que no deja de ser una manera de entender la patria.

Los gazatíes que han resistido a la masacre van descubriendo que su país es un inacabable campo de escombros. Este diario los evaluaba en 61 millones de toneladas de cascotes. El 78% de los edificios de la franja han sido dañados. Nadie sabe lo que tardará Gaza en reconstruirse, ni siquiera si será posible. Trump piensa que este va a ser un gran negocio para su país y los suyos. Pero, sin duda, debemos agradecer al presidente norteamericano que haya conseguido torcer el brazo a Netanyahu. Su ejército se ha retirado de la mitad de la franja, y ya no atruenan las bombas. 

No puede haber más incógnitas para los palestinos de la franja, pero hay una verdad incuestionable: no se les ha condenado a la diáspora como pretendía el Gobierno israelí. Esa es su única victoria. Y, al menos, nosotros podremos dormir mejor, sin tener que soportar las imágenes insoportables de una masacre que parecía inacabable. Màrius Carol en la vanguardia.