DE LA FUENTE Y DE LA FIFA


 Este viernes no ha habido excepción. Lamine Yamal regresa la convocatoria, también a la palestra. “La respuesta es evidente. Creo que está en perfectas condiciones”, ha declarado De la Fuente después de la destacada actuación del delantero catalán en el último duelo del Barcelona ante el Brujas. “Su entrenador dijo que estaba apto para jugar al fútbol, está recuperando su nivel y lo celebramos. Estará aquí el tiempo que consideremos oportuno. Nos jugamos muchísimo y queremos tener a los mejores jugadores con nosotros”, ha proseguido el seleccionador antes de los partidos frente a Georgia, en Tiflis, el próximo día 15 (18.00), y ante Turquía, en Sevilla, el martes 18 (20.45).
El historial de De la Fuente como entrenador es im-pre-sionante. Debuta como entrenador en 1997 y transita por varios clubes vascos Portugalete, Aurerra, Alavés, y en las categorías de base del Athletic Club y el Sevilla, hasta el 2013 en que se incorpora al staff técnico de la Federación Española de Fútbol. Un bagaje más de alineador que de entrenador que le sitúa muy lejos de la idiosincrasia de los clubs y mucho más cerca de la Federación Española de España que es la que le paga su salario.

 Los jugadores de élite disputan más de 60 partidos por temporada entre liga, copas, competiciones europeas y selecciones. El cuerpo humano tiene un límite, y la fatiga acumulada aumenta la probabilidad de lesiones musculares. Los desplazamientos internacionales, con cambios de clima, alimentación y descanso, alteran la preparación física habitual. Aunque algunos partidos clasificatorios parecen asequibles, la intensidad siempre es máxima. Nadie quiere fallar con la camiseta de su país.

Las consecuencias para clubes y jugadores es que un club que invierte millones en fichajes ve cómo su estrella puede lesionarse en un contexto que no controla.  Una baja de semanas puede condicionar ligas, Champions o incluso la planificación de toda la temporada. Ahí la única que no se ve perjudicada es la FIFA, este ente oscuro y poco democrático que se forra a costa de los clubes.

La ley del Deporte establece que los deportistas con licencia federativa tienen el deber de acudir a las convocatorias de las selecciones nacionales. Negarse puede conllevar sanciones económicas (entre 3.000 y 30.000 euros) y suspensiones.

El reglamento FIFA obliga a los clubes a ceder a sus futbolistas y a los jugadores a acudir a las convocatorias internacionales, incluso para partidos amistosos. Tanto el jugador como el club pueden ser castigados si se niegan a cumplir. El objetivo es proteger la primacía de las selecciones nacionales frente a los intereses privados de los clubes.

En diciembre de 2023, el Congreso de los Diputados aprobó la toma en consideración de una proposición de ley para modificar la Ley del Deporte y convertir la presencia en la selección en un derecho voluntario y no en una obligación. ERC y otros grupos han defendido que obligar a un ciudadano a representar a un Estado en el ámbito deportivo “no es democrático” y vulnera la autonomía personal. Sin embargo, la reforma aún no se ha consolidado: el marco legal vigente sigue considerando la convocatoria como un deber, aunque el debate político y social está abierto. 

El mundo del futbol ha cambiado mucho y me pregunto que sentido tiene la FIFA, que de hecho es totalmente innecesaria, como innecesarios son los partidos entre selecciones nacionales, mejor sería una liga Europea sin la FIFA en la línea de Florentino Pérez, aunque el hombre se ha quedado solo en su proyecto, hasta Laporta le ha abandonado. La FIFA en un futbol tan profesionalizado como el actual, es un ente tóxico y oneroso para clubes y jugadores y no sé cómo no se rebelan unos y otros a sus arbitrariedades tan poco democráticas.

1 comentario:

  1. De fútbol no entiendo nada. Eso de la FIFA me suena a filfa. Y por lo que leo no ando muy desencaminado.
    Nunca lo entendí, nunca lo practiqué, nunca me gustó.
    Cuando los chicos de mi barrio jugaban a la pelota, yo hacía vida arborícola, pues teníamos la suerte de vivir entre árboles. Es decir, trepaba al árbol más cercano donde tenía lugar el "encuentro" y con los bolsillos atiborrados de piedrecitas, me dedicaba a tirárselas a los jugadores. Y es que yo era un poco cabroncete.

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