Dicen que la infancia ya no es lo que era. Que los niños pequeños han cambiado las chapas y el rollo de la patata por los videojuegos ultraviolentos. Cierto es también que al menos en mi infancia íbamos a pedradas con la honda y otras peleas callejeras de barrio, pero los que denuncian que la inocencia infantil ha pasado a mejor vida, tal vez deberían conocer la afición favorita de Emil Michel Cioran en su primera década de vida: "Jugar al fútbol con las calaveras del cementerio". Que menos se podía esperar del gran filósofo nihilista, del rey de los pensadores pesimistas, "el auténtico portador del mal agüero", del transilvano que escribió aforismos vitalistas del tipo: "Creo en la salvación del hombre, en el futuro del cianuro".
Su gusto para expulsar osamentas se revela en el apocalipsis según Cioran, un documental sobre el filósofo rumano.


Qué macabro, muy en la línea gótica y espeluznante de Espronceda, cuando en su poema "Desesperación" decía eso de
ResponderEliminar"Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar;
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar."
Bueno, Ciorán no sería el más optimista de los filósofos, aunque el final del poema de Espronceda, se las trae..
ResponderEliminarQuisiera ver al uno
que arrastra un intestino,
y al otro pedir vino
muriendo en un rincón;
y otros, ya borrachos,
en trino desusado
cantar a Dios sagrado
impúdica canción.
Y mientras las queridas
tendidas en los lechos,
sin chales en los pechos
y flojo el cinturón,
mostrando sus encantos,
sin orden el cabello,
al aire el muslo bello.
¡Qué gozo! ¡Qué ilusión!