El crecimiento de la economía española –“la envidia europea”, se leía en The Economist – no llega a amplias capas de la población. La bonanza económica se contradice con el malestar de muchos ciudadanos que viven en o al borde de la pobreza. Cáritas presentó el jueves el informe Foessa con indicadores económicos para Catalunya que deberían agitar nuestras conciencias: el 38% de la población ocupada “se encuentra en situación de precariedad laboral”. Puede sorprender el dato cuando se informa que el porcentaje de desempleados ha descendido en España, pero la realidad es que muchos trabajadores tienen ocupaciones irregulares y jornadas parciales tan limitadas que tienen muchas dificultades para poder subsistir con dignidad.
De aquí al salto a la pobreza solo hay un ligero paso y, por este motivo, el número de personas que viven en la exclusión social severa se incrementa. Hace unos días, La Vanguardia publicaba un mensaje de socorro del propio Ayuntamiento de Barcelona pidiendo ayuda a la Generalitat para poder atender a las 5.000 personas sin hogar que contabilizaban que vivían en la ciudad. De ellos, había un censo de 2.860 que estaban acogidos en albergues o centros residenciales, unos 500 que estaban en asentamientos barraquistas y había unos 1.600 que vivían al raso en plena calle.
Medio centenar de estas personas viven en los aledaños del mercado municipal de Sant Antoni, según explica hoy Luis Benvenuty en nuestra sección Vivir. Cada noche montan tiendas de campaña o duermen directamente en la calle ante la inquietud de los vecinos, que han pedido ayuda a la Administración. La eliminación de bancos para que los pobres no se puedan estirar a dormir no debería ser la única solución ante este problema.
Barcelona está atrayendo a personas sin hogar de toda Catalunya y seguramente de otras partes de la Península.
El problema crece y el Ayuntamiento empieza a estar ya desbordado. Esta es una realidad que molesta y disgusta. Quizás sería mejor escribir aquí sobre la temporada de esquí que hoy empieza o la feria de literatura de Guadalajara, donde la capital catalana es la estrella, pero no se puede silenciar este grave problema. Jordi Juan

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