El ser humano lo es porque habla, lee y escribe. Sin estas capacidades no habría humanidad. Hoy, estas identidades están amenazadas gravemente –y no exagero, creo– por una inteligencia artificial generativa (IA) más humana, con capacidad de sustituir y suplantar a las personas por sus reemplazos artificiales, construyendo lenguaje conversacional y creando marcos mentales con una nueva lengua: la tecnolengua, tal y como así la describe José María Lassalle.

Una vez más, quien domina el lenguaje domina el verdadero poder. ¿Y si los humanos perdemos la capacidad de controlar y gobernar la IA porque dejamos de hablar, leer y escribir en nuestras propias lenguas? ¿Y si renunciamos al lenguaje humano para obtener simplemente el producto palabra (en forma de sonidos, lecturas o textos)? ¿Qué pasará si nuestras lenguas mueren y se homogenizan para ser una lengua universal, pero artificial?

Lassalle apunta y destaca “la superioridad de la cultura en español y la lengua española como soportes en datos del diseño algorítmico de los sistemas de IA”, y remata: “Comunicarte con ellos no dará los mismos resultados si quien habla con la máquina tiene 1.000 palabras o 3.000 en la cabeza; si correlacionas los conceptos que encierran a partir de una formación especializada o generalista; técnica o humanista. Y, más aún, si lo dices en la lengua de Cervantes, Shakespeare o Confucio... El producto que salga del trabajo de un artífice variará cualitativamente respecto de lo que le ofrezca un autor que ejerza su auctoritas y no solo su potestas ”.

El actual modelo de IA generativa nos propone  convertir la diversidad de lenguas y culturas humanas en un puré pastoso, insípido y monocromo (la tecnolengua)

Si las palabras humanas mueren –porque renunciamos a ellas–para ser simplemente sustituidas por artificios simuladores y alternativos, la humanidad será reemplazada (y sometida) más pronto que tarde. ¿Cómo podremos impedirlo? ¿Hablando, leyendo, escribiendo? Lo que nos propone el actual modelo de IA generativa es convertir la diversidad de lenguas y culturas humanas en un puré pastoso, insípido y monocromo (la tecnolengua). Una papilla artificial que, con la apariencia de nutritiva, destroza la diversidad de colores, sabores y matices. En una reciente conversación con Barbara Cassin en El Grand Continent alrededor de su última obra, La guerre des mots, la autora nos ofrece pistas sugerentes y estimulantes de resistencia frente a la asimilación.

Cassin propone una resistencia del lenguaje, pirateando la IA: “Hay que reinventar toda esta comunicación, incluso con la ayuda de la inteligencia artificial, lo cual no es fácil. Mi idea sería crear una IA traductora alimentada con intraducibles y que, por lo tanto, fuera, en cierto modo, neurótica”. ¿Una quimera necesaria? Sí, y Europa debe liderarla con una estrategia de IA propia.- Antoni Gutiérrez-Rubí en lavanguardia.com