En un bar tenían puesta una de las primeras televisiones que estaban dando - en blanco y negro - el "desfile de la victoria" por televisión española. Todos o casi todos estaban enganchados ante la caja cuadrada mirando aquel desfile, supongo que más embelesados por el hecho de ver la Tele que por el espectáculo, y en este mundo debían incluir mis padres.
Me aburría soberanamente viendo lo que no me interesaba y salí a la carretera a jugar con la pelota; estaba solo, aunque no del todo, un hombre mayor estaba sentado sobre una piedra, llevaba un traje de pana negra muy deteriorado, un caliqueño colgaba de sus labios y se cubría la cabeza con una boina también negra.
Le miré, se me hacía raro con la expresión tan seria, el caliqueño y la boina, triste más bien, sería la forma dedefinirlo,
- No vas a ver la televisión como todo el mundo? - Me dijo.
- Es que me aburre, fue mi respuesta.
Entonces el hombre se levantó y me dijo: Haces bien, estos desgraciados están boquiabiertos mirando como desfilan los que los han conquistado y oprimido, ¿como se puede ser tan tonto de contemplar esta obscena exhibición de máquinas de matar? Hace cuatro días que se acabó la guerra y ya se han olvidado.
- No lo sé, le contesté, mi padre dice que en la guerra todos eran malos, y que ahora al menos vivimos en paz.
El hombre es levantó y me dijo: Eres demasiado pequeño todavía, no se porque te he dicho estas cosas, venga, que tú y yo jugaremos a la pelota .... y la tocaba bien.
Lo recuerdo perfectamente, a pesar del paso de los años es de aquellas situaciones que no se olvidan.
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