Jan era un amante de la naturaleza, de siempre, no de ahora porque se hubiera puesto de moda hacerse o ser ecologista, caminar y todas estas modas pasajeras que duraban lo que duraban. ¡No! Jan de pequeño ya iba al bosque con su padre, a buscar setas o simplemente a caminar, y le gustaba antes y ahora también.
Hacía un tiempo que iba con la bicicleta, llevaba la mochila con el bocadillo, la máquina de retratar y el móvil que siempre le hacía llevar su mujer por si le pasaba algo. Esta mañana de sábado había subido hasta Matadepera por la carretera y después volvía como solía por el camino del geriátrico, donde tenían las jaulas de las palomas al lado en un campo que les habían cedido los de la sociedad Colombófila. Y de allí hacia los campos de golf (aquellos que según los ecologistas no se iban a hacer).
Había un lugar donde le apetecía detenerse a desayunar. Ya de bajada después de bordear el campo de golf por un camino que iba haciendo zig-zag, venía una fuerte bajada y después el llano, y allí se detenía Jan a comer su bocadillo.
Mientras, haga algunas fotos aprovechando el sol madrugador que se abría paso entre las ramas de los pinos, había retratado una multitud de veces aquel paraje, pero las fotos nunca eran iguales. Le gustaba compararlas de vez en cuando en casa y ver las diferencias según la época del año o como entraba la luz. Un ruido le llamó la atención. Una pareja de ardillas ante sí, a sus pies, vaya, parecían esperar les diera su bocadillo. No creo que les guste el pan a estos roedores - se dijo - y continuó comiendo mientras contemplaba el paisaje.
El ruido que había oído antes aumentó, delante tenía ahora una treintena de ardillas que iban haciendo como un círculo. No le gustó su actitud, no era normal, precisamente las ardillas eran animales miedosos y huidizos y estos parecían amenazarlo. Les tiró los restos del bocadillo.
¡Tomad!, si quieres el bocadillo aquí lo tenéis - les dijo -
Fueron sus últimas palabras, detrás suyo había muchos más ardillas que de pronto junto con las demás, todas a la vez saltaron encima de él ......
Hacía un tiempo que iba con la bicicleta, llevaba la mochila con el bocadillo, la máquina de retratar y el móvil que siempre le hacía llevar su mujer por si le pasaba algo. Esta mañana de sábado había subido hasta Matadepera por la carretera y después volvía como solía por el camino del geriátrico, donde tenían las jaulas de las palomas al lado en un campo que les habían cedido los de la sociedad Colombófila. Y de allí hacia los campos de golf (aquellos que según los ecologistas no se iban a hacer).
Había un lugar donde le apetecía detenerse a desayunar. Ya de bajada después de bordear el campo de golf por un camino que iba haciendo zig-zag, venía una fuerte bajada y después el llano, y allí se detenía Jan a comer su bocadillo.
Mientras, haga algunas fotos aprovechando el sol madrugador que se abría paso entre las ramas de los pinos, había retratado una multitud de veces aquel paraje, pero las fotos nunca eran iguales. Le gustaba compararlas de vez en cuando en casa y ver las diferencias según la época del año o como entraba la luz. Un ruido le llamó la atención. Una pareja de ardillas ante sí, a sus pies, vaya, parecían esperar les diera su bocadillo. No creo que les guste el pan a estos roedores - se dijo - y continuó comiendo mientras contemplaba el paisaje.
El ruido que había oído antes aumentó, delante tenía ahora una treintena de ardillas que iban haciendo como un círculo. No le gustó su actitud, no era normal, precisamente las ardillas eran animales miedosos y huidizos y estos parecían amenazarlo. Les tiró los restos del bocadillo.
¡Tomad!, si quieres el bocadillo aquí lo tenéis - les dijo -
Fueron sus últimas palabras, detrás suyo había muchos más ardillas que de pronto junto con las demás, todas a la vez saltaron encima de él ......
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