Este escrito en que el prestigioso genetista Gerald Crabtree plantea que nuestras aptitudes intelectuales alcanzaron su máximo en la Prehistoria y comenzaron a declinar con la aparición de la agricultura, me lo ha recomendado Lluís y lo encuentro muy interesante.
He reflexionado a menudo sobre un cierto adocenamiento de nuestro intelecto, en una época en que tenemos una multitud de herramientas que nos ayudan en la tarea diaria a nivel profesional o personal, pero que no sabemos nada de su funcionamiento. Me he preguntado alguna vez que si pudiese retroceder 500 años en el tiempo y hablar con los sabios de la época, lo único que les podría explicar es lo que tenemos a nivel de avances tencológicos, pero no cómo funcionan ni que hace que funcione un ordenador, un teléfono o muchos de estos ingenios cotidianos que usamos y nos hacen la vida mucho más fácil, incluso una cosa tan simple como el mando a distancia.
De hecho este descenso de la capacidad intelectual, este dejarse ir ya lo avisaba divisaba Pierre Boulle en la novela El Planeta del Simios, donde los humanos se dejan caer en una indolencia enfermiza en medio de herramientas que les hacen el trabajo y los propios simios que hacen el resto, conduciendo esta dejadez a un estado de fragilidad que acaba provocando la revuelta de los simios.
En Asia ls grandes empresas están empezando a robotizar sus cadenas de producción, de manera que se generarán miles y miles de pérdidas de puestos de trabajo, puestos de trabajo de una gente que no sabe hacer nada más.
El hecho de tener muchos de los problemas del día a día solucionados como comer, donde dormir, etc, ha hecho también que perdamos capacidad de imaginación para sobrevivir al día a día y entre unas cosas y otras nos hayamos instalado en un 'laissez faire 'hedonista. No lo se! son reflexiones que ya me había planteado y que este escrito me ha hecho recordar ... leedlo por favor.
«Apostaría a que si un ciudadano medio de Atenas del año 1000 antes de Cristo apareciera de repente entre nosotros, sería uno de los más brillantes e intelectualmente inquietos de nuestros colegas y compañeros, con una buena memoria, muchas ideas y una visión lúcida de cuestiones importantes. Además, creo que sería uno de los más estables emocionalmente de nuestros amigos y colegas. Ampliaría esta apuesta a los antiguos pobladores de África, Asia, India y América de entre hace 6.000 y 2.000 años. El fundamento de mi apuesta son los avances en genética, antropología y neurobiología que predicen que nuestras habilidades intelectuales y emocionales son genéticamente sorprendentemente frágiles».
El autor del párrafo anterior es Gerald Crabtree, director del Laboratorio de Genética de la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Así arranca una reflexión, que acaba de publicar en la revista 'Trends in genetics', en la que plantea que estamos perdiendo habilidades emocionales e intelectuales desde hace milenios o, dicho en román paladino, que somos cada vez menos inteligentes. ¿Hasta qué punto? Dentro de unos 3.000 años, escribe, todos los humanos portarán dos o más mutaciones genéticas dañinas para el intelecto. ¿Pero en qué se basa para augurar algo así?
Los científicos calculan que los genes que regulan el pensamiento abstracto son entre 2.000 y 5.000. A partir de la expansión de las zonas del cerebro implicadas en él, Crabtree cree que nuestro mayor desarrollo intelectual se dio hace entre 50.000 y 500.000 años, cuando nuestros ancestros vivían todavía en pequeños grupos nómadas en África. En un mundo en el que dependíamos de la caza y la recolección, la inteligencia era un clave para la supervivencia y la enorme presión ambiental hacía que sobrevivieran únicamente los mejor dotados. No había lugar para los intelectualmente débiles. El pico de la inteligencia humana se registró entonces, dice.
Con la llegada de la agricultura, la ganadería y las primeras ciudades, la presión selectiva disminuyó a la hora de descartar mutaciones dañinas para la inteligencia. Es decir, los más débiles empezaron a estar más protegidos y, por eso, podían acabar transmitiendo las mutaciones dañinas a la siguientes generaciones, algo que antes no ocurría. A partir del número de genes implicados en las habilidades intelectuales, del ritmo habitual de mutaciones de nuestro genoma y de su no desaparición por la supervivencia de sus portadores, Crabtree estima que dentro de 3.000 años (120 generaciones) todos los humanos portarán dos o más alteraciones genéticas intelectualmente perjudiciales. Entonces, ¿qué futuro nos espera?
El científico estadounidense es optimista porque la pérdida de inteligencia es muy lenta en contraposición con el avance del conocimiento. «Las ciencias han avanzado tanto en los últimos cien años que podemos predecir con seguridad que el acelerado ritmo de acumulación del conocimiento de nuestra sociedad intelectualmente sólida llevará a una solución de este problema potencialmente muy dificíl por medios social y moralmente aceptables», asegura Crabtree. Llegará un momento en que podremos corregir cualquier mutación dañina en cualquier momento del desarrollo, vaticina. «Entretanto –concluye su reflexión– voy a tomarme otra cerveza y ver mi reposición favorita de 'CSI Miami' si puedo averiguar cómo funciona el mando a distancia».
No recuerdo quién lo dijo: Cuando más cosas sabemos, más desconocemos como funcionan.
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