En Dacca, Bangladesh, en el derrumbe de un edificio en el que trabajaban tres mil personas, la mayoría mujeres jóvenes, han muerto unos 400 trabajadores y un millar más han sido declarados desaparecidos.
Todos estos muertos son lejanos, muertos de tercera y en realidad nos son ajenos, pasado el primer impacto de la noticia. De hecho - reconozcámoslo - mañana o pasado mañana, ya los habremos olvidado.
Uno de los propietarios es un tal David Mayor, de Reus, que además se dedica profesionalmente a la deslocalización de industrias hacia el Tercer Mundo a través de una empresa llamada Textile Audit Company, radicada en el Eixample de Barcelona. Según algunas ONG, los clientes principales de esta industria en Bangladesh son marcas de primer nivel como Mango, C&A, KIK o Wal-Mart. La prensa internacional también ha citado contratos con distribuidores como El Corte Inglés y el lugar de la tragedia se han encontrado etiquetas de Tex, de Carrefour.
No los recordaremos cuando vamyamos a comprarnos una camiseta tirada de precio de cualquiera de estas marcas, o haremos ver que no sabemos nada de la explotación de esta gente, así como ignoraremos o haremos ver que ignoramos los barcos que en aguas internacionales, sólo a cambio de comida y apenas poco más, dentro de su panza son enormes naves de fabricación de ropa, zapatillas o lo que haga falta. Una esclavitud en pleno siglo XXI peor que la de antes, aquí no hay ninguna posibilidad de libertad. Si se tiene suerte, como en Dacca, se derrumba el edificio y para 400 personas ha acabado el malvivir. Que importan, habrá más que trabajen para que por cuatro euros podamos lucir nuestras camisetas estampadas incluso a veces con leyendas sarcásticamente reivindicativas de libertades utópicas o perdidas.
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