Woody Allen conoció a Groucho Marx en la vejez de éste, en la década de los '70. Según el libro Hola y adiós! de la periodista Charlotte Chandler, Groucho decía que Allen era el único humorista que valía la pena en aquel entonces. No era fácil recibir un elogio del abuelo Groucho, conocido por su carácter arisco, así que aquel chico de Manhattan debía valer realmente la pena. Sin embargo Allen quedó muy decepcionado al conocer personalmente a Groucho de quien decía le había parecido el pesado del tío palizas de turno que cuenta chistes malos, que había tenido una gran decepción en conocerlo personalmente. Diría que este aspecto es aplicable a cualquier persona que se considera importante (por lo que hace o ha hecho) y que en caso de conocerla personalmente, lo más seguro es que esta acabe decepcionando, o la decepción seria mutua. Mejor pues admirar a alguien por lo que hace o ha hecho desde la distancia, sin llegar a conocer a la persona, evita decepciones dolorosas en la mayoría de los casos.
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