Me pregunto porque los domingos por la mañana a primera hora, cuando voy a comprar el pan para ir a desayunar con mi padre, no me saludo con la gente con la que me encuentro por la calle. Gente, la misma gente que al rato, a pie o en bicicleta me la encuentro por los caminos fuera de la ciudad y nos saludamos casi efusivamente. Y es que no somos ciudad, somos pueblo, y hay cosas que se olvidan y no deberían olvidarse.