Mi atención se distrae de lo que estoy mirando aburrido. No debería leer periódicos ni tragarme todo el alud de información diaria que me vuelve inmune y que no hace más que avivar mi indiferencia y lejana mirada a cualquiera de las desgracias que suceden diariamente en todas partes. Los muertos y los damnificados forman ya parte de un rutinario paisaje cotidiano que por reiterativo no me afecta, salvo que el número sea muy alto o la desgracia próxima como el caso de ayer en Santiago, y aún así lo hace relativamente, afortunadamente lejos de hipocresías demagógicas tan al uso.
A base de saturación y reiteración, nos han vacunado contra todo mal que no nos afecte a nosotros, y han creado la sociedad de la indiferencia ante los daños colaterales del día a día de un mundo egoísta y estúpidamente globalizado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario