AMABA AL GRAN MARIANO


"La voz de la telepantalla todavía estaba vertiendo información sobre el discurso de Mariano en el debate del Estado de la nación, el fin de la crisis, recuperación y crecimiento, nada de deflación. Ayudas a quienes ganaran menos de 12 mil euros al año dejando de retenerles el IRPF, ayudas a las empresas que creen empleo fijo. El griterío exterior se había reducido un poco. Los camareros habían vuelto al trabajo. Uno de ellos se acercó a él con una botella de ginebra. Winston, sentado en medio de un sueño de felicidad, ni se fijó que le estaban llenando de nuevo el vaso. Ya no se quejaba y gritaba entusiasmado. Había vuelto al Ministerio del Amor, lo habían arreglado todo, tenía la trabajo asegurado y el alma blanca como la nieve.
Como no había sido capaz de darse cuenta de que españoles y catalanes llevamos siglos "mezclando nuestras sangres y cruzando nuestras familias, Y por ello consideramos la unidad como un valor superior". Etnicismo puro que fue aplaudido a rabiar y sin vergüenza por él mismo y la mayoría de los que estaban en el bar.

Levantó la mirada hacia aquel rostro enorme. Le había costado muchos años de aprender qué tipo de sonrisa se ​​escondía detrás esa cara amable de barba confundida, en quien no confiaba. ¡Qué malentendido tan cruel e innecesario!. Qué exilio tan terco como obstinado, lejos del pecho amoroso. Dos lágrimas perfumadas de ginebra manaron a ambos lados de la nariz. Pero ahora ya estaba todo bien, todo era correcto, la lucha había terminado. Había obtenido la victoria sobre sí mismo. Amaba al Gran Mariano".

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