Cuando el humo de las chimeneas significaba el progreso, y los chavales íbamos solos a la escuela, la leche se iba a buscar a la vaquería, recién ordeñada, y después a casa una vez hervida, la nata que quedaba encima esparcida sobre una tostada era una delicia, como lo eran aquellos primeros yogures naturales envueltos con una goma de 'los pollos', y la fruta y las verduras eran las del tiempo, tanto era así que incluso olían y tenían sabor, y las moreras se llenaban de moras rojas y negras sin polvo como están ahora las que quedan.

En el bosque había en otoño, muchas setas y pocos a cogerlas y los cestos se llenaban con facilidad y en poco tiempo. En las casas, la puerta siempre estaba abierta por si alguien necesitaba algo, y las tiendas del pueblo no cerraban nunca, como máximo tenían la persiana medio bajada, o medio levantada por si alguien necesitaba alguna cosa,puesto que vivían en la trastienda. 

Los niños, en aquellos tiempos éramos niños, rodeaban solos todo el día, avisados ​​sólo por si nos paraba un señor que bajaba de un coche negro y nos ofrecía caramelos, pocos había de coches, o haigas si eran de lujo. A fútbol jugábamos en medio de la calle sin asfaltar, con charcos permanentes, partidos de fútbol que solían acabar a pedradas. La gente silbaba y cantaba por la calle, y, a pesar de ser más pobres y con menos medios que ahora, la percepción es que la gente, o al menos eso parecía, era más feliz.