Mientras un grupo ultracatólico, ha exhibido en Madrid un autobús con lemas que han sido considerados contrarios a la transexualidad, en el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria el Drag Sethlas levantaba la polémica al aparecer travestido como una Virgen y como un Cristo crucificado. Son dos ejemplos recientes que han merecido, por unos grupos u otros, el título de discursos odiosos e, incluso, han dado pie a que se plantee la apertura de diligencias penales.
Para acabarlo de complicar, no hay que olvidar que el carnaval es transgresión |
Además, no se mide igual la agresión en contra de la iglesia católica, con la que todo vale, y a menudo no se es justo en las burlas o escarnios, que por supuesto no se tiene lo que hay que tener para hacer el mismo con el Islam. De hecho, nos encontramos en la disyuntiva de hasta qué punto se ha de tolerar la libertad de expresión, que me temo no se mide de la misma manera cuando hablamos de la nuestra que cuando lo hacemos de la de los demás.
Quizás lo más razonable, habría sido dejar que el autobús circulase unos días por el país, poco se habría hablado de él y aquí paz y después gloria, mientras que ahora se ha magnificado y de hecho los autobuseros han conseguido su objetivo. Y recordar también que las agresiónes físicas o psíquicas, la violencia diaria sobre el colectivo LGTBi, no vienen del autobús ni los del autobús, sino de la sociedad, de la misma sociedad que ahora tan encarnizadamente critica el autobús naranja.
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ANT