MANCHESTER


El odio que conduce a alguien a explotarse entre una multitud de niños y adolescentes en un concierto es imposible de persuadir, valorar y comprender. Asistir a un concierto en esas edades supone una excitación única: los que asisten cuentan los días, comparten su entusiasmo por SMS y Whatsapp en las horas anteriores, y cantan las canciones junto a sus padres y amigos. Alcanzas una comunión especial en un concierto, te sientes unido al instante con personas que no conoces gracias a ese amor compartido por la música que forma la banda sonora de tu vida.

Escuchar esa alegría, verla marcada en las caras de los niños, y luego asegurarte de que la última cosa que hagas es conseguir que sus padres no les oigan reír nunca más, ese odio pervertido no puede explicarse. 

Pero Manchester ha demostrado algo: no importa cómo sea el odio que haya en la mente de este perpetrador patético y retorcido –cuyo nombre debe ser olvidado–. No está a la altura del amor y solidaridad de Manchester. Esos mancunianos que ofrecieron su casa a extraños. Los taxistas que llevaron gratis a la gente a su casa. Fueron respuestas instintivas, porque cuidarse unos a otros está grabado en el espíritu de la gente de Manchester.

Es un tópico hablar del carácter amistoso de la gente del norte. Manchester tiene los problemas de todas las ciudades. Ningún sitio está lleno de santos. Todo el mundo es capaz de ser un maleducado o de algo peor. Pero mientras en otras ciudades la gente puede tener mucha prisa para mostrarse agradable, donde la fría amabilidad sustituye al afecto, Manchester destaca sobre las demás. Gente que no te conoce te pregunta cómo estás, y lo dice en serio. Personas que no se han visto antes charlan en el transporte público o en la calle. Francamente, en Londres eso se considera un poco extraño. Eso ocurrió en el concierto de ayer. Es lo que hacen los mancs. 

Ayer, Manchester era una de las mejores ciudades de la Tierra, y continúa siéndolo hoy. La cordialidad, la solidaridad, el típico humor manc, todo eso prevalecerá tanto como antes. Esta fue la ciudad que trajo la civilización industrial moderna. Es un huracán de creatividad y talento, con la música de Oasis y The Smiths, el arte de Lowry, el fútbol, los atletas y los cómicos. 

Un espíritu depravado ha podido infligir un inmenso sufrimiento a esta ciudad. Inevitablemente, ya hay buitres motivados por el odio sobrevolando esta atrocidad que responderán justo de la forma que quieren los terroristas. Pero podemos elegir. Cuando salgan los nombres de las víctimas mortales, y sus seres queridos nos cuenten quiénes y cómo eran, recordemos solo eso. Celebremos el talento y el cariño de Manchester. Destaquemos todas las cosas que unen a esta sociedad diversa y rechacemos a todos los que piden lo contrario. Y seamos conscientes de que no importa qué motivo retorcido se haya usado para justificar y realizar una matanza de niños y adolescentes, Manchester siempre vencerá. OWEN JONES - EL DIARIO.ES

Una vez más el terrorista es propio, nacido en Manchester de padres Libios, y una vez más los terroristas han ganado, supongo que a partir de este atentado ya no habrà o no debería haber más conciertos multitudinarios en Europa, por más policía que pongan en la calle no pueden garantizar la seguridad de los asistentes. Seguimos perdiendo batallas en esta guerra que va para largo. No sólo hay que rezar por Manchester, recemos por todos nosotros.
Y una última pregunta, a cuantos niños o adolescentes han asesinado ayer u hoy nuestros ejércitos o las armas que vendemos a paises terroristas. Nadie rezará por ellos.

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