Poblado chabolista el Gallinero en Madrid - EFE - |
España sigue encabezando las ratios de desigualdad a nivel europeo, y eso explica por qué las mejoras macroeconómicas no repercuten en las condiciones de vida de la mayor parte de la población. El incremento de la riqueza no se distribuye equitativamente, y quienes se encuentran en una situación más desfavorecida no se benefician de ello.
La crisis ha transformado la mentalidad de nuestro país. Un estudio sobre consumo revela los cambios en los hábitos, pero también el resurgir de dos ámbitos sociales muy separados
Por eso, casi 20 millones de personas siguen padeciendo situaciones de pobreza: un 28,6% de la población, 5,3 puntos por encima de la media de la UE. Pobreza energética, insolvencia alimentaria, pobreza infantil…, no son otra cosa sino manifestaciones de un mismo problema: la POBREZA.
Hace una década, pobreza y exclusión social eran realidades que coincidían en un sector muy reducido de la población con formas de vida marcadas por la marginalidad. Hoy, la pobreza afecta a millones de personas y familias bien integradas, incluso laboralmente: ocho millones de trabajadores/as por debajo del umbral de la pobreza evidencian esta situación. Pobreza ya no implica exclusión. Pero si estas situaciones se prolongan, incluso en nuevas generaciones que crecen entre privaciones y falta de oportunidades, pueden suponer el paso a la exclusión, en una diabólica espiral de la que cada vez van a tener más difícil salir.
Si la exclusión se concentra en determinados colectivos o territorios, será una grave amenaza para la convivencia. El que todavía en España no se estén produciendo las situaciones de conflictividad que se viven en los barrios de algunas ciudades europeas tiene que ver con el extraordinario capital relacional de nuestra sociedad, comenzando por la fortaleza del modelo familiar. Pero todo tiene un límite, y una vez traspasado, será muy difícil recomponer los modelos de convivencia positiva de los que aún disfrutamos. Por eso es una gran irresponsabilidad no intervenir cuando aún estamos a tiempo.
Precariedad es miedo a perder lo que se tiene, aunque sea poco, y el miedo es extremadamente conservador. Hoy nos conformamos con sobrevivir
Junto a las desigualdades, la pobreza y los riesgos de exclusión social, la precariedad es otro rasgo que define el ADN del nuevo modelo de sociedad, como consecuencia de la inestabilidad en el empleo y de los bajos salarios. Por eso, gran parte de la población no puede hacer proyectos de futuro; casi dos millones de parados de larga duración ven cómo, día a día, merman sus posibilidades de encontrar empleo; 400.000 personas reconocen que ni siquiera buscan trabajo, porque creen que no lo van a encontrar. ¿Y el resto? Hace falta mucha fuerza de voluntad para seguir buscando trabajo, después de más de dos años en paro… Para las personas jóvenes, la precariedad impide cualquier proyecto vital. Incluida su decisión de ser padres/madres. Ninguna medida sería tan eficaz para promover la natalidad en España como derogar la reforma laboral y crear escenarios de seguridad en el empleo y de salarios dignos. Sin ello, las medidas de conciliación de la vida familiar y laboral o las ayudas por natalidad tendrán una eficacia muy limitada.
Precariedad es inseguridad, miedo a perder lo que se tiene, aunque sea poco, y el miedo es extremadamente conservador. Hoy nos conformamos con sobrevivir, aunque sea en condiciones precarias. Para la inmensa mayoría de la población, el futuro no existe, toca aferrarse a cualquier alternativa que permita vivir el día a día, que haga posible recuperar el consumo, aunque sea de productos y servicios 'low cost', creando la ilusión de que estamos en la senda de la recuperación, el principio de un nuevo ciclo que recuerda los años de prosperidad que tanto añoramos y que la crisis vino a destruir. De ahí el temor a que cualquier reivindicación desmesurada pueda truncar la recuperación y hacer que la crisis regrese con todo su rigor.
Nos hacen creer que vivimos en la mejor sociedad posible. Que cualquier alternativa o no existe o nos lleva al caos. No hay futuro, solo el presente. El precio de la recuperación es necesariamente la precariedad, sobrevivir, el permanente presente. ¿Nos están robando el futuro? - elconfidencial.com
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