PEQUEÑA HISTORIA INTEMPORAL



Leyendo la Vanguardia, mientras disfruta de su carajillo de anís y da caladas a su faría, se ha enterado el hombre del café de la muerte de una joven de 19 años en Barcelona en una intervención de cirugía estética, parece ser que debido a un error de un cirujano.
Que en España se realizan un montón de operaciones diarias de cirugía estética, no es nuevo. No hace mucho, un programa de TV3 lo dedicaron a hablar del mismo tema pero en Venezuela. Estamos entrando en una sociedad que en gran medida se contempla en el espejo de Dorian Gray, todo es sólo apariencia, el continente es importante, no el contenido, la estética y no la ética, el envoltorio y no el interior. Quizás porque el interior de todas estas personas no existe, o tiene muy poco que ofrecer. Entonces necesitan arreglar lo único que pueden ofrecer, la fachada exterior, como figuras de porcelana, frágiles y quebradizas, inmersas en una lucha estéril y frustrante contra la degradación natural de los objetos como diría el poeta. Porque toda esta gente que se opera: que si me levanto el pecho, que si me hincho los labios, que si una liposucción, que si me estiro la piel, etc. etc. Quizás más que personas sean solo eso, objetos, para admirarlos o simplemente como ocurre con los objetos cuando se marchitan o dejan de interesarnos, tirarlos a la basura.
El hombre del café termina su reflexión y echa un vistazo a su alrededor, son los que le rodean gente mayor, viejos, con sus arrugas y sus achaques, sus imperfecciones y el envejecimiento a la vista; no parecen más preocupados de lo normal por eso, quizá porque la edad da una percepción más sosegada de la estética y se termina aceptando con naturalidad la propia degradación.
Decía Cioran, que la vejez es la venganza de la naturaleza, pero se le podría decir, que también es un don llegar a viejo y poder contarlo con la cabeza clara y el corazón arrugado, pero vivos, imperfectamente vivos.

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