El supremacismo lingüístico está detrás de la última propuesta sobre lengua de Ciudadanos, los verdaderos supremacistas.
El nuevo presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha sido acusado de supremacista por unos tuits y unos artículos donde, entre otras cosas, atribuía una serie de características a un colectivo nacional definido como "los españoles". De hecho, ya hace tiempo que el adjetivo 'supremacista' se utiliza para descalificar el independentismo en general, una estrategia que ahora se ha intensificado a raíz el nombramiento de Torra. Pero ¿qué es ser supremacista? Si vamos a las enciclopedias de referencia, por ejemplo la Británica, vemos que este concepto hace referencia a los partidarios de la supremacía de la raza blanca que a menudo han utilizado la violencia para alcanzar sus objetivos. Una vez leídos los tuits y los artículos de Quim Torra, que efectivamente pueden ser calificados de nacionalistas, esencialistas o nostálgicos (y debatir sobre la idoneidad de su perfil en este momento histórico), difícilmente se puede defender que encajan en la definición de supremacista. No he leído ninguna frase de Torra donde se defienda una superioridad racial catalana respecto a la española, a pesar de que, imitando sus admirados escritores de los años 30, use de manera ligera el concepto 'raza' (atribuido en este caso a una supuesta cabra socialista) o el ADN.
Lo que sí hace Torra, y todos los nacionalistas del mundo, es generalizar respecto a los grupos nacionales, y habitualmente esta caracterización debe circunscribirse a las élites gubernamentales del colectivo en cuestión. Así, cuando Torra afirma que "los españoles sólo saben expoliar", lo que está diciendo es que la política seguida por la Corona española a lo largo de los siglos sobre los territorios que ha ido conquistando o controlando ha sido básicamente orientada a extraer recursos. Y aquí se podría incluir la misma Castilla como víctima, por cierto. Se puede estar a favor o en contra de esta afirmación, pero encontraríamos de similares en cualquier manual de historia de cualquier grupo nacional. En este sentido, y remedando la famosa sentencia planiana: no hay nada más parecido a un nacionalista catalán que un nacionalista español.
El 'Manifiesto por la lengua común' llegaba a pedir que se rebajara la presencia de las lenguas cooficiales en el espacio público para no molestar aquellos que quieren hacer su vida totalmente en castellano. Ahora bien, si estamos de acuerdo en que el supremacismo racial es prácticamente marginal en la sociedad española y catalana (básicamente practicado por grupos de extrema derecha ultraespañolista), sí existe una variante supremacista especialmente preocupante: la lingüística. Este supremacismo consiste en considerar que hay una lengua superior al resto y que, por tanto, sus hablantes tienen unos derechos que los hablantes de las otras no tienen. Se defiende una asimetría legal, de carácter neocolonial, que conduce a lo que podríamos definir como "derecho a no saber". Así, por ejemplo, en el llamado 'Manifiesto por la lengua común' que se hizo público en 2008 se defendía el derecho de los castellanohablantes monolingües que vivían en un territorio con lengua propia y cooficial en no tener que aprender más allá del mínimo necesario "para convivir cortésmente con el resto". El manifiesto llegaba a pedir que se rebajara la presencia de las lenguas cooficiales en el espacio público para no molestar aquellos que quieren hacer su vida totalmente en castellano. Si esto no es supremacismo lingüístico, se le parece mucho.
Pues bien, este tipo de pensamiento es lo que hay detrás, por ejemplo, de la última propuesta sobre lengua de Ciudadanos: retirar el requisito lingüístico en la función pública, por lo que se defiende el derecho de los funcionarios a "no saber" la lengua de los ciudadanos que tienen que atender. Por otra parte, cuando Inés Arrimadas habla desde la tribuna del Parlamento sólo en castellano no tiene un efecto neutro sobre los que tienen el castellano como lengua habitual. El mensaje que traslada es: "Siendo listos e inteligentes como yo podéis aprender catalán, pero si no lo hacéis tampoco pasa nada. En Cataluña puedo ser la jefa de la oposición hablando sólo en castellano". En cambio, hay que subrayar el compromiso que siempre tuvo y mantiene con el catalán el expresidente de la Generalitat José Montilla. Montilla siempre utilizó el catalán en el Parlamento a pesar de hablar de manera sensiblemente peor que Arrimadas. Lo hacía, arriesgándose a ser ridiculizado, porque pensaba que el catalán está en inferioridad de condiciones respecto al castellano y, además, debe ser la lengua de cohesión social en Cataluña. Y lo ha vuelto a hacer ahora cuando, en pleno debate sobre la fractura social, ha participado en el spot de Plataforma por la Lengua a favor del catalán. ¿Alguien le ha agradecido, por cierto, el gesto?

DAVID MIRÓ - ara.cat