Entre las pocas noticias tranquilizadoras del fin de semana con respecto a la actualidad catalana, figura que el expresidente de la Generalitat Artur Mas reprendiera al actual titular del cargo por alentar a los llamados Comitès de Defensa de la República (CDR) a apretar al poder político catalán: “No es función de los políticos decir a los CDR si tienen que apretar o no. Yo no lo hubiera hecho”. Al menos, estas palabras permiten suponer que no a toda la clase dirigente catalana se le ha ido el sentido común por el sumidero de la historia.
Los CDR son, por decirlo de alguna manera, un somatén 5.O desarmado. Lo que no quiere decir que no utilicen la violencia, entendida en sentido amplio. No parece que sea la mejor forma de organización de una sociedad. El enfrentamiento entre una manifestación de Vox –nos guste o no– autorizada y uno de estos grupos en Girona acabó el jueves con los Mossos interviniendo para evitar males mayores y el president Torra desautorizando a la policía catalana y pidiendo destituciones al conseller. No es de extrañar que los Mossos no actuaran para desalojar la AP-7 a la altura de l’Ampolla, que estuvo cortada el sábado por poco más de un centenar de personas durante quince horas, tras levantar barricadas con neumáticos y troncos. “El poble mana, el Govern obeeix”, pintaron en la calzada, mientras coreaban lemas exigiendo la libertad de los presos y el establecimiento de la república. Y realmente pareció que el Govern obedecía a los CDR, porque nadie les desautorizó.
Todo tan surrealista como que la consellera de Presidència, Elsa Artadi, diga que es “una provocación” que Pedro Sánchez celebre un Consejo de Ministros el día 21 en Barcelona, donde se aprobarán recursos para Rodalies. Los CDR ya están convocando a su gente para colapsar la ciudad en esta fecha. Todo muy poco serio, muy antisistema e impropio de un país que sepa adónde va. Màrius Carol - lavanguardia.com