Graham Greene declaró en una ocasión que, en el fondo de nosotros mismos, siempre tenemos la misma edad. si no se hubieran inventado los espejos eso incluso sería más evidente. Uno de los síntomas de que nos hacemos mayores es que empezamos a anclarnos en la nostalgia y hablamos más del pasado que del futuro. Quien no ha comentado en más de una ocasión: yo me veo igual que hace 20 años, me encuentro bien, gago lo mismo en el día a día, sigo yendo en bicicleta, etc etc, quizás porqué nos vemos cada día en este espejo y no somos conscientes o capaces de percibir tanto el deterioro físico, hasta que llega un día en que te encuentras con un amigo al que hace años no veías, habláis de vuestras cosas mientras tu piensas: este ha envejecido mucho y mal, y el otro piensa exactamente lo mismo de ti, acabáis la charla y os despedís ambos con la evidencia de la mutua consternación. Decía Cioran que la vejez es la autocrítica de la naturaleza, pero yo siempre he pensado que se trata más bién de una venganza, de una cruel venganza.
A raíz del estreno de su última película The Old Man and the Gun, Robert Redford de 82 años, en una entrevista dice: “En mi cabeza creo que todavía tengo treinta años”. Hace sesenta años que debutó como actor y aquí está viendo pasar el tiempo, con el, sale en la pelicula Sissi Spacek, y francamente viéndoles, una constata que han envejecido y mucho. No sólo vivimos más, sino que queremos seguir haciéndolo con la misma intensidad, y nos auto engañamos con este: estoy igual que antes, a sabiendas que no es así.
El compañero Frank que anda ahora en facebook publicando fotos de cuando estábamos con los Watusi, y que aún actua con su inseparable bateria, me ha demostrado con sus fotos nostálgicas algo que ya sabia pero me negaba a admitir. No estoy igual que antes, en que parecia un fideo y ahora parezco un botillo. Ah! el del micrófono es el menda lerenda, el fideo.
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