BORGES Y EL ESTADO DE ALERTA


Un hombre, un sabio —nos cuenta Jorge Luis Borges—, había consagrado toda su vida a buscar, entre los innumerables signos de la Naturaleza, el nombre inefable de Dios, la cifra del gran secreto. De tribulación en tribulación, es detenido por la Policía de un príncipe y condenado a ser devorado por una pantera. Lo meten en una jaula. Al otro lado de la reja que van a levantar dentro de un instante, la fiera se prepara para el festín. Nuestro sabio contempla a la bestia, y he aquí que al observar las manchas de su piel, descubre a través del ritmo de las formas, el número, el nombre que tanto y en tantos lugares había buscado. Entonces sabe por qué va a morir, y que morirá exaltado... y que esto no es morir.

El Universo nos devora o nos entrega su secreto, según sepamos o no contemplarlo. Es muy probable que las leyes más sutiles y más profundas de la vida y del destino de todo lo creado estén inscritas claramente en el mundo material que nos rodea, que Dios haya grabado su escritura en las cosas, como la grabó para nuestro sabio en la piel de la pantera, y que baste con una cierta mirada... El hombre despierto tendría esta cierta mirada.
Admitamos que sólo una vez, desde que nació la Humanidad, una de estas partículas haya chocado con un cerebro humano. Quién sabe si las enormes energías desprendidas no pudieron producir una activación y si no nacería así el primer «hombre despierto».
Este hombre habría podido descubrir y aplicar técnicas para transmitir el estado de alerta. Esta técnica se habría prolongado has­ta nuestra época bajo formas diversas, y la Gran Obra de los Alqui­mistas, la Iniciación, serían acaso algo más que leyendas.
Evidentemente, nuestra hipótesis no es más que una hipótesis. No parece experimentalmente comprobable, puesto que no se pue­de siquiera concebir un acelerador artificial que produjese tan for­midables, tan fantásticas energías. Todo lo que podemos decir es que el gran sabio inglés sir James Jeans escribió: «Tal vez ha sido la radia­ción cósmica la que ha hecho el hombre del mono.» (Esta cita es de su libro El misterioso Universo, Hermann, ed., 1929.)
No hacemos más que completar estas ideas con datos moder­nos que sir James ignoraba y que nos permiten escribir:
«Acaso son los acontecimientos cósmicos excepcionales de energías fantásti­cas, los que han hecho del hombre el superhombre.»
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de "le matin des magiciens"
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