No es sólo una frase cogida de una novela de José María Gironella, los androides no creen en dios, ni creen en nada, salvo en lo que es evidente, palpable, comprobable. Tiene su lógica si tenemos en cuenta que los androides los crea el hombre, el mismo que se inventó a Dios, pero que decepcionado de cómo le salió, crea el androide humano; pero como hay una parte que no le puede programar, como la envidia, la avaricia, la lujuria, la ira, vaya los siete pecados capitales del cristianismo, resulta que el androide es o será un ser casi perfecto, precisamente porqué no tendrá sentimientos de ningún tipo. Una frialdad, una equidistancia que da un poco de miedo, pero es el futuro que viene. En Ex-Machina tendríamos un buen ejemplo del androide que nos espera.