Dicen los que se supone que entienden, que con la llegada del 5G, habremos entrado de lleno en el internet de las cosas: ya no tendremos que sufrir por si la nevera está vacía, la plancha enchufada o la puerta de la calle abierta, o por si el asado del horno ha alcanzado su punto exacto de cocción. También programará la Tele, el lavavajillas, la lavadora y otras cosas que no se me ocurren o que ahora no caigo.
Cuentan los que se supone que entienden que de momento todavía no, pero que dentro de poco tiempo esta tecnología hará posible el control de miles de cosas que no podemos ni imaginar, incluyendo maquinarias, edificios, casas y vehículos. También que un médico nos podrá operar desde otro lugar mediante robots, y que incluso Coutinho jugará un buen partido. La enseñanza, la economía, el trabajo, el conocimiento, todo cambiará con el 5G que estamos a punto de estrenar.
En Timanfaya, en Lanzarote, un bus eléctrico sin conductor paseará a los turistas por medio de los volcanes del Parque Natural, mientras, los algoritmos servirán para anticiparse a los crímenes de Minority report de Tom Cruise, o calcular por dónde pueden petar las conducciones de agua de Barcelona ciudad gracias al Mare Nostrum 5, el superordenador que hace unos cuantos cálculos por segundo, y gracias al cual hemos descubierto la hermosa palabra de petaflops, de hecho, 'flops y petaflops', parece más bien una taco del Capitán Haddock que lo más último en tecnología.
Pero, siempre hay un pero; aunque tengamos el 5G, seguiremos todo el santo pendientes de donde cargar la batería de la señorita Pepis del móvil, o sin poder hablar por el mismo móvil desde el AVE; y todo ello si no peta la nube de todo y tenemos que volver a pedir conferencia para llamar a los familiares, amigos o saludados, como lo hacíamos antes, o antes de antes.
Publicar un comentario