Como la mayoría de domingos si el tiempo lo permite, ayer salí con la bicicleta; recorrido periurbano sin asfalto y con mucha gente caminando, paseando el perro o en bicicleta. Es costumbre por estos caminos de saludarse con un buenos días cuando te cruzas con alguien. Pues bien, de la treintena de personas con que me crucé ater, solo una, si, solo una, me contestó en catalán, aparte del señor que me encuentro a menudo y que contesta siempre con un alapaedió que me costó entender que lo que me decía era: 'a la paz de dios' comprimido. Por cierto que este señor es un experto recolector de almendras en el camino que hay hasta las viñas municipales del Parque agrario; su señora más habladora que yo aún, es de Valderrobles, en la vega baja de Granada, donde veraneaba Federico Garcia Lorca, y me contaba ayer que su hermana de 80 años aún va en bicicleta, pues el territorio es plano; acabó la conversación antes de despedirse con una aclaración: ella (su hermana) es de allí, pero yo ya no, yo ya soy de aquí, de Sant Quirze.
Mi preocupación por el uso del catalán, no es nueva, este escrito que he recuperado del año 2013, lo demuestra, y creo que no estaba equivocado en mi apreciación de la degradación de la lengua, una degradación que no tiene nada que ver con el procés independentista, pero que se confirma día a día, en la calidad y la cantidad de hablantes.
LA DEGRADACIÓN NATURAL DEL IDIOMA - 15.5.13
En Catalunya somos unos siete millones setecientos mil habitantes (según tarjetas de la seguridad social), de los cuales unos seis millones hablan y viven en castellano sin necesidad de conocer o entender el catalán, a pesar de que la mayoría (un 80%) lo entiende e incluso más de la mitad podrían hablar. Porque en contra de lo que puedan decir los maldicientes de turno de Madrid, en Cataluña no hay que entender ni hablar el catalán para ir por todas partes sin ningún problema, salvo el mundo de la hostelería costera y turística, que está lleno de camareros asiáticos, entonces ya no vale ni el castellano: o inglés o por signos.
Del millón setecientos mil que queda, un millón y medio largo somos los que hablamos en catalán y castellano y hacemos aquello tan mal hecho de cambiar de idioma en encontrarnos una persona de habla castellana a pesar de saber que nos entiende o nos debería entender. Pero esta no militancia no es nueva y es difícil cambiar la actitud, el mal vicio es ya adquirido a base de años. Y nos quedan más o menos unos doscientos mil catalanes que son los de pura cepa, de la ceba, militantes por la lengua, que son quienes están realmente preocupados. Aunque la realidad es tozuda y 200.000 contra 7.500.000 me temo que ya se ve quién será el ganador de la contienda.
Ahora, de momento sólo se están perdiendo batallas como la de la calle o el patio de la escuela, pero ni mucho menos la guerra, entre otras cosas, porque la resistencia es fuerte y empieza a organizarse, de manera que quienes son activistas lo son con mucha dedicación. Y es que uno de los problemas que tenemos y veo muy difícil de solucionar, es el hecho de ser bilingües. Quiere decir pues que así como un inmigrante que va a Francia, Alemania, Italia, etc, no tiene más remedio que aprender el idioma del país donde piensa residir y trabajar, aquí, en nuestra casa, en el caso de los inmigrantes sudamericanos que hablan castellano o los magrebíes que muchos también, no tienen ninguna necesidad de hablar en catalán para moverse por el país. Además de que en el caso del magrebíes al no tener tampoco ganas de echar raíces (en general), el interés es aún más escaso. Por lo tanto, los que deciden hablar en catalán lo hacen puramente por interés propio y conciencia de lo que representa nuestra lengua, que es de agradecer pero bastante minoritario. Ojo, y no cometamos el error de los franceses de encerrarlos en guetos, que aún lo empeoraremos. Forzados por el tiempo y las circunstancias ya lo hicimos hace sesenta años y así nos ha ido, sólo en la medida que se ha ido integrado gente en la zona catalanohablante se ha incorporado con naturalidad a hablar la lengua. Y tiene su lógica: Si yo vivo en un barrio donde casi todo el mundo habla castellano, o sea que al ir a buscar el pan, comida o cualquier otro tipo de establecimiento me atienden y me entienden en castellano, no tengo necesidad de hacer ningún esfuerzo por aprender catalán, más si tenemos en cuenta y con todos los respetos, que el sustrato social suele ser de nivel bajo, No nos debe sorprender pues que les cueste de integrarse en todos los sentidos.
Y el remedio, es que no hay remedio, así ha sido y así seguirá y no es un problema generacional, es ahora ya en muchos de los casos, de actitud, de este renacimiento del nacionalismo español que tanto daño está haciendo a España y a nosotros mismos, que hace que gente que medio hablaba o chapurreaba el catalán, ahora se enquiste a hablar sólo en castellano, y es ésta una actitud que va en aumento día a día.
Con este panorama incierto, no se si salvaremos nuestra lengua, pero costará de preservarla, depende de la cantidad de catalanes que seamos capaces de amarla lo suficiente como para evitar su desaparición. Pero: ¿Y después de nosotros?
LA DEGRADACIÓN NATURAL DEL IDIOMA - 15.5.13
En Catalunya somos unos siete millones setecientos mil habitantes (según tarjetas de la seguridad social), de los cuales unos seis millones hablan y viven en castellano sin necesidad de conocer o entender el catalán, a pesar de que la mayoría (un 80%) lo entiende e incluso más de la mitad podrían hablar. Porque en contra de lo que puedan decir los maldicientes de turno de Madrid, en Cataluña no hay que entender ni hablar el catalán para ir por todas partes sin ningún problema, salvo el mundo de la hostelería costera y turística, que está lleno de camareros asiáticos, entonces ya no vale ni el castellano: o inglés o por signos.
Del millón setecientos mil que queda, un millón y medio largo somos los que hablamos en catalán y castellano y hacemos aquello tan mal hecho de cambiar de idioma en encontrarnos una persona de habla castellana a pesar de saber que nos entiende o nos debería entender. Pero esta no militancia no es nueva y es difícil cambiar la actitud, el mal vicio es ya adquirido a base de años. Y nos quedan más o menos unos doscientos mil catalanes que son los de pura cepa, de la ceba, militantes por la lengua, que son quienes están realmente preocupados. Aunque la realidad es tozuda y 200.000 contra 7.500.000 me temo que ya se ve quién será el ganador de la contienda.
Ahora, de momento sólo se están perdiendo batallas como la de la calle o el patio de la escuela, pero ni mucho menos la guerra, entre otras cosas, porque la resistencia es fuerte y empieza a organizarse, de manera que quienes son activistas lo son con mucha dedicación. Y es que uno de los problemas que tenemos y veo muy difícil de solucionar, es el hecho de ser bilingües. Quiere decir pues que así como un inmigrante que va a Francia, Alemania, Italia, etc, no tiene más remedio que aprender el idioma del país donde piensa residir y trabajar, aquí, en nuestra casa, en el caso de los inmigrantes sudamericanos que hablan castellano o los magrebíes que muchos también, no tienen ninguna necesidad de hablar en catalán para moverse por el país. Además de que en el caso del magrebíes al no tener tampoco ganas de echar raíces (en general), el interés es aún más escaso. Por lo tanto, los que deciden hablar en catalán lo hacen puramente por interés propio y conciencia de lo que representa nuestra lengua, que es de agradecer pero bastante minoritario. Ojo, y no cometamos el error de los franceses de encerrarlos en guetos, que aún lo empeoraremos. Forzados por el tiempo y las circunstancias ya lo hicimos hace sesenta años y así nos ha ido, sólo en la medida que se ha ido integrado gente en la zona catalanohablante se ha incorporado con naturalidad a hablar la lengua. Y tiene su lógica: Si yo vivo en un barrio donde casi todo el mundo habla castellano, o sea que al ir a buscar el pan, comida o cualquier otro tipo de establecimiento me atienden y me entienden en castellano, no tengo necesidad de hacer ningún esfuerzo por aprender catalán, más si tenemos en cuenta y con todos los respetos, que el sustrato social suele ser de nivel bajo, No nos debe sorprender pues que les cueste de integrarse en todos los sentidos.
Y el remedio, es que no hay remedio, así ha sido y así seguirá y no es un problema generacional, es ahora ya en muchos de los casos, de actitud, de este renacimiento del nacionalismo español que tanto daño está haciendo a España y a nosotros mismos, que hace que gente que medio hablaba o chapurreaba el catalán, ahora se enquiste a hablar sólo en castellano, y es ésta una actitud que va en aumento día a día.
Con este panorama incierto, no se si salvaremos nuestra lengua, pero costará de preservarla, depende de la cantidad de catalanes que seamos capaces de amarla lo suficiente como para evitar su desaparición. Pero: ¿Y después de nosotros?
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