Las 876 cajas azules, que contuvieron los cuatro millones de firmas del PP contra el Estatut de Catalunya, dormitan en un almacén madrileño. Se desconoce su ubicación exacta. El 25 de abril del 2006, diez furgonetas las llevaron hasta el Congreso de los Diputados. Mariano Rajoy, Alicia Sánchez-Camacho, Josep Piqué, Jorge Fernández Díaz y Jorge Moragas posaron ufanos junto a ellas. Eran su trofeo. Su tesoro. Cuatro millones de personas de toda España firmaron en contra de lo que había aprobado el Parlament de Catalunya. En la campaña de recogida, el PP decía que el Estatut era una «pesadilla».
En algún sitio de Madrid las cajas dormitan junto a otros objetos que ya perdieron su protagonismo. Quizá los nombres de tantos conviven con ilustres padres de la patria o comparten estante con apellidos de traidores. Pero las cosas que nunca debieron existir, como las pesadillas, se aprovechan del silencio y la oscuridad, y se hacen fuertes y se revuelven con la furia del sueño que quiere ser realidad.
Son 876 cajas azules. 876 cajas de la discordia. En su interior, los fantasmas del odio, del rechazo entre iguales, del desprecio al que piensa diferente. Este duelo a garrotazos que sólo hace daño a los que se golpean, nunca a los que lo promueven. Las 876 cajas Contra Cataluña fueron el origen de todo lo que se ha convertido después desde que la semilla de la incomprensión fue sembrada. Tengo grabada en el cerebro la imagen de una señora de Granada que decía satisfecha en la tele que ella había votado Contra Cataluña, no contra el Estatuto, es decir, el inicio del 'a por ellos'. La sentencia del Constitucional recortando el Estatuto de Cataluña, cepillado previamente por Alfonso Guerra terminó de embarrar el río que separa Cataluña de España.
Desde entonces, el Ebro parece haber multiplicado su caudal y los kilómetros entre vecinos no dejan de alargarse. Las 876 cajas siguen latiendo en algún lugar, por vergüenza de quien las promovió y por inquietud de los otros. Las 876 cajas, que nadie se engañe, son el origen de todos los males que se han producido y no habría que olvidarlo pensando en el voto del día 10 de Noviembre. Lo digo porque en el ambiente es patente una fuerte abstención de la izquierda que podría dar la gobernabilidad a la derecha, y en medio de todo el alboroto, la sentencia del TC antes de ir a votar. Este otoño, estamos ante la tormenta perfecta que me temo nos cogerá a muchos con el culo al aire.