Donald Trump es el 45.º presidente de los Estados Unidos de América y una cuarta parte de sus conciudadanos creen que su predecesor, Barack Obama, era -es- el anticristo; un tercio piensa que el calentamiento global no es más que un montaje perpetrado por un hatajo de científicos con la connivencia de políticos y periodistas; dos tercios aseguran que hay ángeles y demonios que actúan sobre nuestras vidas; etcétera.
Estados Unidos es al mismo tiempo el país que ha visto nacer varias religiones que a menudo quedan fuera de la comprensión de los no creyentes. Y no es de extrañar, puesto que entre los primeros colonos (peregrinos) que arribaron a Massachusetts a bordo del Mayflow, había una buena representación de fanáticos religiosos de lo más variado.
Religiones varias - Los dos últimos siglos han visto nacer -o florecer- en Estados Unidos religiones como el Movimiento de los Santos de los Últimos Días o mormonismo (el mormón Mitt Romney fue el candidato demócrata para las elecciones presidenciales en 2012); el pentecostalismo; la ciencia cristiana; la Iglesia Adventista del Séptimo Día; la cienciología; por no hablar del auge de los extravagantes evangelistas. Luego está la Fox News, a modo de púlpito permanente.
Pero por si la televisión no fuera un vehículo de comunicación suficientemente eficaz para efusivos predicadores, se ha añadido en los últimos años a este ya de por sí explosivo cóctel de creencias las redes sociales, por las que circulan ocurrencias religiosas e ideológicas, a cuál más siniestra. Además, se ha producido una creciente llamada a la intolerancia cuando no al racismo sin tapujos. Las mentiras están a la orden del día; abundan los eufemismos; se convence echando mano a “hechos alternativos” y noticias más falsas que un duro sevillano.
El maestro de ceremonias de este gran circo es Donald Trump, que llegó al puesto tras triunfar en los reality, por lo que es inútil pedirle al presidente que sea objetivo o siquiera neutral. Él va a su bola y Twitter es su profeta. Sabe lo que hace y a quién se dirige: el 62% de la población adulta estadounidense se informa a través de las redes sociales, y un 44% directamente de Facebook. Es decir, esta gente vive inmersa en un mar de posverdades, totalmente aislada de cualquier interferencia exterior. Bueno, como ya dijo hace un siglo T.S. Eliot, “No puede el ser humano soportar demasiada realidad”. Ni tampoco mucha verdad, podía haber añadido el poeta angloamericano.
Con la política en manos de guionistas (spin doctors), gurús y trileros, así en Washington como por estos pagos, no se puede esperar nada bueno de ella. No sólo diferencia a unos de otros, sino que magnifica adrede cualquier diferencia, sea de raza, color, creencia u orientación sexual. El odio cabalga sobre el lomo del miedo; la inseguridad da alas a los demagogos. Nadie busca el consenso, puesto que todos andan obsesionados con la confrontación y las ganas de destruir, ya no al adversario, sino al enemigo declarado y aborrecido.
Para que los demagogos dejen de ejercer tan perversamente su poder sobre las masas, habría que desvelar el mecanismo que hay detrás de sus trucos de magia negra, que es lo que está haciendo, por ejemplo, Greta Thunberg, una niña sueca de 16 años. Ahora bien, ¿cómo hacer que su mensaje llegue a esos millones de personas que se pasan todo el santo día enganchados a las redes de mentiras y llamadas al odio?
Cada vez queda más claro que hasta que no se logre rasgar esa tenebrosa cortina de mentiras, difícilmente se podrá combatir con eficacia los problemas que van camino de destruir nuestro planeta. De modo que, si Donald Trump es reelegido en el 2020 -y que nadie dude de que pueda ocurrir-, apaga y vámonos… ¿a Marte? - John William Wilkinson - lavanguardia.com