Decía no recuerdo quien, que cuando el hombre deja de creer en Dios, es capaz de creer en cualquier cosa. Debe de hacer tiempo de la cita puesto que en los tiempos actuales, diría los hombres y las mujeres para ser estúpidamente correcto. Digo esto porque si es cierto que en la época actual tenemos una ciudadanía que es una mezcla de hedonismo y nihilismo, lo suficiente desconcertada y sin el menor asomo de valores dónde regirse en su quehacer diario, perdido o en franca decadencia el concepto de familia con la carga de autoridad no ya física sino moral que comportaba, sin ningún respeto por la clase docente y lo mismo sucede con la política.
Poco a poco se ha generado una sociedad amorfa, banal, bastante idiotizada y de una enorme fragilidad emocional, obsesionada en una imposible seguridad a todos los niveles. Perdidas las culturas del esfuerzo, del sacrificio y de la responsabilidad a favor de un individualismo hedonista que campa a su aire, eso es lo que queda, y claro está, en no haber una base sólida para afrontar los retos reales del hecho de vivir, la frustración, el fracaso y la angustia están al orden del día.
No me sorprende en absoluto que nos digan que la primera causa de muerte en Catalunya entre los jóvenes sea el suicidio. No sorprende - digo - porque es la consecuencia lógica del comportamiento anómalo y enfermizo de toda una sociedad desorientada y perdida en medio de la banalidad absoluta, que parece difícil, muy difícil de reconducir.
Estamos inmersos en tiempos difíciles y la respuesta no la encontraremos en Dios ni está en el viento. No es Europa quien nos ha de salvar, somos nosotros volviendo al principio, a la sobriedad, el esfuerzo, el sacrificio, la solidaridad y la humildad. La pregunta es: ¿nuestros Gobernantes son conscientes de ello?, ¿y nosotros?
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No me sorprende en absoluto que nos digan que la primera causa de muerte en Catalunya entre los jóvenes sea el suicidio. No sorprende - digo - porque es la consecuencia lógica del comportamiento anómalo y enfermizo de toda una sociedad desorientada y perdida en medio de la banalidad absoluta, que parece difícil, muy difícil de reconducir.
Estamos inmersos en tiempos difíciles y la respuesta no la encontraremos en Dios ni está en el viento. No es Europa quien nos ha de salvar, somos nosotros volviendo al principio, a la sobriedad, el esfuerzo, el sacrificio, la solidaridad y la humildad. La pregunta es: ¿nuestros Gobernantes son conscientes de ello?, ¿y nosotros?
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