Emohonle era consciente que su tiempo y el de su compañera estaba llegando a su fin. Afortunadamente habían conseguido llegar al planeta azul donde había depositado sus esperanzas, siguiendo el encargo de Uedle. Su compañera y el bebé dormían plácidamente dentro de sus habitáculos. Desconectó el control automático y empezó la maniobra de acercamiento. La zona escogida era suficientemente deshabitada como para que pasara desapercibida su llegada.
Pasados un par de minutos deposita suavemente la nave justo en medio de un roquedal que disimulará su presencia. Revisa todos los controles y activa el sistema de mantenimiento mientras abre las cápsulas de su compañera y el bebé.
- ¿Hemos llegado?, pregunta su compañera.
¡Si! Hemos llegado bien y ya se ha acabado nuestro viaje, coge al niño y continuaremos con el plan establecido.
Emohonle comprueba la temperatura exterior, así como la densidad del aire, todo responde a la previsión de Ivasle, este planeta es ideal para el niño, y para los que hubieran venido antes, lástima que nadie les quisiera escuchar y ahora estaban esparcidos en millones de partículas por el cosmos.
Anodonal, su compañera, coge al bebé y bajan de la nave pisando por primera vez la arcillosa tierra. Emohonle da una ojeada en el inhóspito y reseco paisaje.
Más adelante encontraremos más vegetación y agua - se dice -
No pasa más de un día para que Emohonle se dé cuenta que los efectos de la radiación absorbida comienzan a hacerle efecto a él y a su compañera, el bebé, atendido había sido aislado desde el primer momento parecía tal y como estaba previsto haber escapado a sus nocivos efectos. Mira de reojo a su compañera que presenta un aspecto macilento, igual o peor que el suyo, insinúa una leve sonrisa y se abrazan. No es nada de nuevo su estado, a pesar de que según los cálculos de Ivasle tenían que haber tardado más a sufrir el resultado terminal de los efectos, la idea era que el bebé creciera hasta poder valerse por si mismo, pero desgraciadamente ya veía que eso no sería posible.
Dos días más tarde murió Anodonal, al lado de un arroyo que encontraron y donde se habían instalado, EmohOnle lo enterró con las pocas fuerzas que le quedaban y depositó al niño en medio de unas rocas protegiéndolo con ramas de los depredadores, justo después caió a su lado y expiró.
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Al hombre y la mujer que andaban cerca del lugar de los hechos les llamó la atención el llanto insistente de un bebé.
- Lo oyes - exclamó ella.
- ¡Sí! es el llanto de un bebé.
Se acercaron al lugar de donde venían los lloros, sacaron las ramas que le protegían y la mujer lo cogió entre sus brazos.
¿Lleva un vestido raro, y esta cinta a la cabeza, que debe ser?
¿Quién lo ha podido abandonar?
No lo han abandonado - dijo al hombre - detras tuyo hay un hombre vestido como él, està muerto, debe ser su padre.
¿No serán ángeles? Se pregunta la mujer.
Ni ángeles ni demonios, pero deben haber venido del cielo, recuerda aquel objeto metálico tan grande y raro que encontramos ayer, seguro que llegaron en él.
Podríamos quedarnos al niño, allí en Belén donde vamos nadie nos conoce, diremos que es nuestro hijo y todo el mundo se lo creerá, ya le cambiaré la ropa.
¿Que te parece José?
Lo que tú digas a Maria, pero piensa que este niño no es como los otros, ha venido del cielo, y esto le hace especial.
Maria sonríe con el niño en brazos que ha deja de llorar.
Todos los niños lo son de especiales José.

De acuerdo, nos lo quedaremos - contesta él - si lo abandonamos aquí morirá.
Y la pareja, después de que José tapara el cadáver del hombre con piedras, se marchó con el niño en brazos de Maria hacia Belén...