Quizás porque no acabamos de ponernos de acuerdo sobre qué somos, ni que queremos ser, hemos pasado de querer ser chinos hace cuatro días a querer ser ahora suecos y considerar a los chinos los malos de la película, de hecho empieza a detectarse un claro rechazo hacia sus comercios, ya lo veremos cuando empiecen a abrirlos, pero la cosa no pinta nada bien.
Mientras tanto, el increíble hombre menguante bajo la mata alborotada de sus cabellos, se atragantó sábado con una almendra, según aclaró él mismo, y todo el país quedó momentáneamente en suspenso. Falsa alarma, todos tranquilos. Ahora nos preocupa más el problema de mañana a ver que le votarán al Sr. Sánchez, o si le botaran del Parlamento Español de España. Cuando le preguntan al Presidente si hay plan B en caso de que el Congreso le tumbe la prórroga del estado de alarma, dice que no hay plan B. Pero, si hasta ahora no ha habido plan A, ¿por qué debería haber un plan B?.
El otro día decía una de estas ministras folclóricas del PSOE que en Portugal no les había afectado tanto la Covid-19 porque estaban más lejos de China que España, y mira que hay que ser burra para decir una tontería como ésta, quisiera creer que dicha dentro de un estado de nervios o desconcierto de a quien todo esto le muy grande.
Donde parece que lo están haciendo mejor, con inteligencia política y sentido de Estado es en Portugal. Los portugueses han pasado del estado de emergencia al estado de calamidad pública. La palabra es perfecta: calamidad pública. Aquí preferimos el estado de alarma que es más llamativo, o dar lecciones desde la suficiencia incompetente del ministro Illa sobre lo bien que lo están haciendo, y no admitir lecciones de nadie. O continuar sin ayudar a los inquilinos de pisos y de locales comerciales, continuar cobrando la cuota de los autónomos y retrasar las prestaciones a los afectados por las ERTES. Escuchando algunas tertulias y viendo la actitud de algunos ciudadanos que pasean y corren por la calle, se empieza a percibir el desafío de los que pasan de todo, y ya se que son pocos, salvo los de Malasaña y su botellón, pero es que la gente ya está cansada y empieza a estar hasta las gónadas de todo ello, coronavirus incluido.
Ya lo decía, o diría a día de hoy Estanislau Figueras antes de exiliarse harto de la República: "señorías, voy a serles franco, ya estoy hasta los cojones de todos nosotros y del coronavirus también".
Mientras tanto, el increíble hombre menguante bajo la mata alborotada de sus cabellos, se atragantó sábado con una almendra, según aclaró él mismo, y todo el país quedó momentáneamente en suspenso. Falsa alarma, todos tranquilos. Ahora nos preocupa más el problema de mañana a ver que le votarán al Sr. Sánchez, o si le botaran del Parlamento Español de España. Cuando le preguntan al Presidente si hay plan B en caso de que el Congreso le tumbe la prórroga del estado de alarma, dice que no hay plan B. Pero, si hasta ahora no ha habido plan A, ¿por qué debería haber un plan B?.
El otro día decía una de estas ministras folclóricas del PSOE que en Portugal no les había afectado tanto la Covid-19 porque estaban más lejos de China que España, y mira que hay que ser burra para decir una tontería como ésta, quisiera creer que dicha dentro de un estado de nervios o desconcierto de a quien todo esto le muy grande.
Donde parece que lo están haciendo mejor, con inteligencia política y sentido de Estado es en Portugal. Los portugueses han pasado del estado de emergencia al estado de calamidad pública. La palabra es perfecta: calamidad pública. Aquí preferimos el estado de alarma que es más llamativo, o dar lecciones desde la suficiencia incompetente del ministro Illa sobre lo bien que lo están haciendo, y no admitir lecciones de nadie. O continuar sin ayudar a los inquilinos de pisos y de locales comerciales, continuar cobrando la cuota de los autónomos y retrasar las prestaciones a los afectados por las ERTES. Escuchando algunas tertulias y viendo la actitud de algunos ciudadanos que pasean y corren por la calle, se empieza a percibir el desafío de los que pasan de todo, y ya se que son pocos, salvo los de Malasaña y su botellón, pero es que la gente ya está cansada y empieza a estar hasta las gónadas de todo ello, coronavirus incluido.
Ya lo decía, o diría a día de hoy Estanislau Figueras antes de exiliarse harto de la República: "señorías, voy a serles franco, ya estoy hasta los cojones de todos nosotros y del coronavirus también".
Aparte de la ineptitud de muchos, aquí tenemos el añadido de vivir en el camarote de los hermanos Marx: mil reinos de Taifas entre autonomías, alcaldías y demás. Que llueva al gusto de todos es complicado. Y luego están las zancadillas políticas y el nulo sentido de estado que tienen algunos, dificultando eso que es tan necesario en tiempos de crisis: la unidad.
ResponderEliminarUn saludo.
Los garrulos de Goya siguen vigentes
Eliminar