LA INMUNIDAD DEL REBAÑO


Las ovejas más fuertes son las que piden más libertad; poco les importa 
que el lobo vaya a diezmar los miembros más débiles de la manada. 
- ANDREU CLARET

Enfrente de mi casa hay una pintada que llama a '+ Corona y – Virus'. Muchos le sacan fotos para colocarlas en sus redes y expresar, supongo, su adhesión a la llamada de más libertad que recorre medio mundo. Más libertad y menos confinamiento claman Díaz Ayuso y Pablo Casado, frente a quienes piden más respeto al virus, como Pedro Sánchez o Emmanuel Macron. En Italia, donde hace un mes vimos camiones militares llevando ataúdes al cementerio de Bérgamo, las regiones también exigen ahora el fin de la excepción, aunque los muertos pasen de 240 al día. Piden libertad frente a un gobierno que consideran prisionero de una OMS que Trump, Orbán y Bolsonaro califican de comunista. 
Ante pastores tan erráticos, es lógico que el rebaño ande desorientado. Donde hace unos días prevalecía el miedo a morir, ahora prevalece el terror a una crisis apocalíptica que castigará la economía y diezmará a la clase media. Frente a la crisis: ¡libertad!  El grito es tan viejo como los argumentos de Adam Smith, pero el coronavirus le ha sacado brillo. Mientras unos exigen libertad en el barrio de Salamanca, con rojigualdas, otros ocupan las calles de Stuttgart, gritando contra la Merkel y, de paso, contra los judíos, y en Maryland se manifiestan con fusiles de asalto. No todos los que piden libertad son fascistas, ni siguiera extremistas, pero Vox (y el PP de Aznar), Nueva Alemania o el antiguo Tea Party han encontrado una mina. Rebaños poco inmunizados atentos a soluciones expeditivas. 
Entre quienes piden cautela ante los estados de alarma también hay gente que necesita trabajar y liberales auténticos, por supuesto. El australiano John Keane, autor de un libro sobre el Nuevo Despotismo, ha alertado del peligro de un totalitarismo de nuevo cuño como respuesta a la pestilencia. No le falta razón. El cóctel que constituyen el populismo, las 'fake news', las redes, las teorías conspiratorias y la aversión a las vacunas es letal. Porque actúa sobre un rebaño que ha perdido la inmunidad, y porque opera sobre sociedades que han banalizado el mal como nos recordó Hannah Arendt. Sobre todo cuando la muerte ronda por otros barrios. 

De ahí que los pastores más razonables lo tengan difícil para formular propuestas respetadas por todo el rebaño. No todas las ovejas son iguales. Y las más fuertes son las que aspiran a más libertad. Poco les importa que el lobo vaya a diezmar los miembros más débiles de la manada. 

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