TERRAPLANISTAS COVID-19

Decían los medios y opinadores en general que esta dramática experiencia de la Covid-19 nos cambiaría, que en toda crisis hay una oportunidad, que el virus ha venido para quedarse, etc etc. Me temo que esta crisis no nos cambiará nada. Es cierto que el miedo provoca momentáneos sentimientos de bondad y solidaridad, pero la irritación y el resentimiento son una gasolina social mucho más poderosa que el miedo. Una gasolina muy destructiva. La irritación puede ser la mecha de un incendio político de dimensiones incalculables. Las manifestaciones en el barrio de Salamanca de Madrid son las primeras escaramuzas del nuevo proceso político que comenzó con la ascensión de Podemos al Gobierno de España, y todo aquello que hasta ahora había sido enterrado, comienza a aflorar y no se debe menospreciar.
Todo parece apuntar a que nos encaminamos hacia un otoño caliente (uno más), que sólo se podría enfriar si el coronavirus renaciera con fuerza. Pero incluso en este caso, habrá que ver si el malestar social se someterá a un segundo imperio dictatorial de la salud pública. Es más probable un otoño explosivo que un otoño confinada.

Andreu Claret sostenía en El Periódico que la movilización del malestar la rentabilizará Santiago Abascal, el líder de Vox. No sólo porque las izquierdas, al formar parte del Gobierno, perderán fuerza en la calle, sino sobre todo porque la iniciativa antisistema está en manos de la extrema derecha en todo el mundo. Todas las ideas negacionistas que corren por las redes sociales sobre la Covidien-19 están instrumentalizadas por la extrema derecha: la negación de la peligrosidad del virus, los antivacunas estimulados por las teorías de la doctora Judy Mikovits, la sospecha de que el SARS-CoV -2 es un virus artificialmente creado por el capitalismo global o por los chinos con el objetivo de dominar el mundo, etcétera. Son los terraplanistes del coronavirus, pero se hacen sentir y hacen ruido, un ruido que provoca escalofríos.