Tan preocupado que estaba uno con el coronavirus, y ahora resulta que este no existe, que los médicos nos esconden la verdad, que todo es falso, que los gobiernos exageran las infecciones con el propósito de recortar las libertades civiles, que el uso de la mascarilla es inútil y puede matarnos, que Bill Gates lidera una clase de élites globales que quieren controlar a la población, o despoblar el planeta o incluso implantar en las personas microchips controlados por 5G a través de la vacuna. Gates aparece aquí como Joker, el villano de Batman, en coalición con un Pedro Sánchez que en realidad es un farsante bajo cuya piel se esconde un lagarto como los de la mítica serie V de los años ochenta.
Tengo la sensación de que en esta pandemia se han multiplicado los estúpidos peligrosos como lo hacen las esporas bacterianas del coronavirus. Era cuestión de tiempo que llegara a España un fenómeno global en el que los antimascarillas se mezclan con los antivacunas, los conspiranoicos, los antisistema, los cienciólogos, los libertarios, los terraplanistas y los que esnifan lejía. Y todo porqué la gente, ak menos la gente que cree estas teorias, ha dejado de leer diarios y solo se informa mediante los mensajes que le llegan por WhatsApp, las redes sociales o el último sonado que sale en YouTube, como el organizador de la manifestación antimascarillas de Madrid Fernando Vizcaíno.
No hay mayor amenaza que el virus de la estupidez, tanto o más dañina que la maldad. Nadie está a salvo, ni siquiera usted, ni yo. No da risa porque da miedo. Decía Quevedo que todos los que parecen estúpidos lo son y que, además, también lo son la mitad de los que no lo parecen. En efecto, estamos rodeados.
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