No tenía la piel oscura ni vestía con harapos. Llevaba los zapatos que venden en la tienda de la esquina, la camiseta roja del parque de atracciones y el pantalón corto que heredó de su hermano, como cualquier niño de nuestro mundo. En plena era de virales, memes y zascas, cuando algunos gurús predicaban que la fotografía había muerto asesinada por el vídeo, llegó hoy hace cinco años, la imagen de Aylan Kurdi, de tres años, inmortalizado a su pesar por la reportera Nilufer Demir. Las agencias difundieron su foto al mediodía del 2 de septiembre y se expandió por internet como sólo saben expandirse las malas noticias.

A las pocas horas ya habían reaccionado activistas, tertulianos y líderes mundiales. François Hollande dijo que era "una tragedia y una interpelación para ayudar a los refugiados". David Cameron aseguró estar "profundamente conmovido". Angela Merkel comentó que esta crisis nos concernía "a todos". El presidente turco Erdogan acusó a los países occidentales de "indiferencia". La propaganda política funcionó a toda máquina. Todos prometieron medidas urgentes para acabar con el drama y todos dijeron "nunca más".S
obre el terreno, las palabras se las llevó el viento ese mismo día. En las playas de Kos, la isla donde pretendía llegar el padre de Aylan con su familia, después de dos intentos frustrados por la frontera terrestre, no había ni un sólo agente de la autoridad griega, ni un sólo barco de rescate. Tan sólo voluntarios desorganizados con más actitud que aptitud para ayudar a los refugiados en la arena y un grupo de fotógrafos. Y así siguió siendo durante las semanas que siguieron a su muerte. Ni una medida, ni un despliegue, ni un protocolo. En las playas nada se hizo. Quizá la diferencia la marcó la llegada de la ONG española Proactiva, que sí llevó a profesionales del salvamento a las costas de Lesbos, pero la movilización prometida por esos líderes europeos no llegó nunca. El mejor ejemplo fue el gran hundimiento del día 29 de octubre: una embarcación de madera llena de familias se vino a pique en medio del canal entre Turquía y Lesbos. Los escasos medios de rescate, unidos a los pescadores de la zona, consiguieron salvar a la mitad de las 300 personas que viajaban hacinadas. Un drama evitable.
La realidad es que hasta la muerte de Aylan Kurdi, su hermano y su madre habían muerto en el Egeo un puñado de niños. Después, el número menores fallecidos se multiplicó hasta el escándalo, pero las lágrimas ya estaban derramadas y las declaraciones se olvidaron pronto. Los niños siguieron ahogándose al ritmo de dos aylanes al día durante el otoño y el invierno intentando llegar a Grecia. El tráfico de personas no terminó con la firma del acuerdo con Ankara para la devolución a Turquía de los refugiados, pero sí se ralentizó.
El padre del niño enterró los cuerpos de Aylán, su madre Rehan y su hermano Galip en el cementerio de Kobane, la ciudad que había sido tomada por los psicópatas del Estado Islámico y de la que habían huido. Por desgracia, no sirvió de nada. Los líderes europeos no se movieron un centímetro por miedo a los eurofobos, los griegos transformaron sus centros de tránsito en prisiones, Macedonia cerró su frontera y Hungría contruyó un muro en la suya. Recordemos al menos en el dia de hoy la figura indefensa de este niño. Hoyh se cumplen 5 años de su muerte.... Feliz Cumplenada Aylan.