Considero que toda existencia humana está constituida por una serie de pruebas iniciáticas; el hombre se va haciendo al hilo de una serie de iniciaciones conscientes o inconscientes. Buda, Jesús, Moisés, Confucio... entendían el mundo y se forjaron a sí mismos, hasta el punto que se sintieron con autoridad para enseñar a los demás. Pero, ¿Como iban a transmitir su saber, si cada hombre tiene su propio camino?. Así, aunque el cristianismo aparezca dominado por la nostalgia del paraíso, sólo los místicos consiguen parcialmente la restauración paradisíaca: amistad con los animales, ascensión al cielo y encuentro con Dios. La misma situación se da en las religiones arcaicas. - Mircea Eliade.

He pensado en estas reflexiones de Eliade a raíz del barbero del barrio, bien, uno de los barberos. No se como se llama, es marroquí, y muy creyente. Ayer me soltó un rollo sobre que España tenía problemas e iba mal porque había osado molestar a Marruecos, el país Sagrado, al igual que Alemania o Cuba. Le comenté que me sorprendía que siendo un país Sagrado tratase tan mal a sus habitantes y permitiera que gobernara un corrupto consumado como el monarca alauita. No tenía ganas de discutir sobre religión, porque me molesta y pienso que es una batalla perdida, no puedo luchar contra la fe de los creyentes, yo que no tengo ni una brizna. ¡Sí! soy un ateo Gracias a Dios.

Los barberos como el fútbol son descomplicados. Hay otros en el barrio, estos tienen todo la santa mañana puesta la radio o una grabación con los monótonos rezos a Alà en un bucle. Pero mi aversión a los barberos viene de la infancia, del barbero que había en la calle de Campmany, detrás de Cal Gambús. Para empezar era un barbero con peluquín, pero no se trataba de un peluquín cualquiera, ¡No! era como una ensaimada que se ponía en la cabeza y casi nunca en la posición adecuada. El hombre además, tocaba la trompeta cuando no tenía clientela o simplemente paraba de cortar el pelo o de afeitar si le venía la inspiración. Si pasaba alguna chica por la calle (no demasiado transitada) dejaba el trabajo y salía a verle el culo, según él, era un experto en culos de señoritas. Por supuesto, tenía revistas eróticas dentro de un periódico de deportes corriente, un clásico de la época. Tenía otra costumbre muy común en el mundo de los cortadores de pelo, cuando hablaba de algún tema apasionante, fútbol, ​​toros, o mujeres, (la política se tocaba poco en aquellos tiempos), dejaba de cortar el pelo y se enzarzaba en reflexiones peregrinas, además y por si fuera poco cuando hablaba salivaba y casi tenías que ponerte el paraguas para protegerte. Una joya, una perla de quien no recuerdo el nombre, ni ganas. En mi barrio hay un barbero autóctono y seis marroquíes.