LA SOLEDAD DEL JUBILADO ANTE EL CAJERO



Los jubilados, las personas mayores de este país, se enfrentan a una soledad diferente de la habitual en estas edades, una soledad para la que no estaban preparados: la soledad del jubilado frente al cajero automático. Una situación que se agrava pues los jubilados y jubiladas, son analógicos, no nativos digitales. Hay excepciones, pero pocas.

El jubilado, la persona mayor, estaba acostumbrada ir a su oficina bancaria o de la caja que ahora ya es banco, allí le atendía casi siempre la misma persona en la que tenía depositada toda su confianza (aspecto que las preferentes estropearon), y allí en la ventanilla o mostrador - mejor dicho - hacía todas sus gestiones, pagos, sacar dinero, poner al día la libreta, etc.

Pero esto se ha acabado, además de que cada vez cierran más sucursales y cajeros, los Bancos animan a su clientela a hacer todas sus gestiones telemáticas, vía internet o a través del cajero, y claro, es un drama, un genocidio de jubilados como decía el otro día una señora agobiada al intentar hacer un pago de impuestos municipales a través del cajero, y del que no se en salía. Entre que la vista suele fallar, y la falta de costumbre, para mucha gente mayor, ir al cajero es un serio problema, que de momento se va resolviendo con la ayuda de familiares o vecinos, lo que a la larga puede resultar peligroso, no siempre todo el mundo es de buena fe y más de uno y dos pueden ser objeto de estafas, y no de los bancos, que ya lo hicieron en su día.

Hay que tener en cuenta que hay núcleos urbanos, pueblos o aldeas donde además suele vivir mucha gente mayor, donde ya no hay ni oficinas ni cajeros, lo que aún complica más la situación de la gente que vive. Quizás habría que hacer cursillos a las personas mayores para que aprendan a desenvolverse en los cajeros automáticos con soltura, de la misma manera que han aprendido a manejar el móvil o el ordenador para comunicarse con los hijos y nietos que tienen lejos de casa.

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