Si nuestra clase política tuviese alguna sensibilidad ante la destrucción que provocan los incendios, alguien los hubiera citado, por lo menos citado, en el reciente debate sobre el estado de la nación, aunque solo fuese para decir: “Estado de la nación, en llamas”. Y no vale alegar que en esas fechas no habían comenzado los fuegos, porque ya se habían producido varios pavorosos. Entre ellos, el de la sierra de la Culebra, el mayor de la historia conocida.
Si los partidos tuviesen conciencia de los riesgos de la geografía después de varios veranos de montes calcinados (74.000 hectáreas el año pasado) y después de todo lo que se ha dicho del calentamiento global, alguno habría incluido la lucha contra el fuego en su programa electoral. No he leído todos los programas, pero solo recuerdo referencias genéricas a su inquietud ecologista, faltaría más.
Si algún presidente autonómico tuviera gran preocupación por la conservación de su riqueza natural, habría presentado algún proyecto en su discurso de investidura, y sobran dedos de una mano para contar los que lo hicieron. Los demás se expresaron de forma tan vaga como lo podría hacer un colegial en un ejercicio de redacción. Si la lucha contra el fuego fuese una prioridad de los gobiernos (y no solo de España), se le dedicarían recursos humanos, económicos y técnicos. Las fuerzas políticas más sensibles (Los Verdes) exigirían dotación presupuestaria suficiente. Quienes tanto se quejan del aumento del presupuesto de defensa, seguramente harían una excepción con la UME, la Unidad Militar de Emergencias, la mejor creación de Rodríguez Zapatero.
Y si, como pedía ayer este diario, hubiera una auténtica política forestal, no tendríamos el caos administrativo que tenemos, porque miren la cantidad de ministerios que, al menos en teoría, tienen alguna competencia, además de las administraciones autonómicas: Agricultura, Transición Ecológica, Interior, Defensa, las tres vicepresidencias y el superministerio del señor Bolaños, encargado de coordinarlos a todos.
Como ese es el panorama, no tengan muchas dudas: este país se seguirá quemando. Eso sí: el Rey y el presidente del Gobierno tendrán un motivo para acercarse a la España que sufre y que se quema. Perdón: a una pequeña parte de la España que sufre y que se quema. - Fernando Ónega. Como decía hoy un tertuliano, hemos pasado de la España vaciada a la España quemada.
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